Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· La mala suerte de la suerte

Muchas veces habremos oído de personas a las que les ha tocado la lotería y que, después de alcanzar algo tan ansiado en su vida como ganar dinero sin esfuerzo y llegar a ser millonarios, no han sabido controlar sus instintos, convirtiendo lo que, en principio, era una suerte en un infortunio।

Según la época histórica y la cultura, los comportamientos humanos respecto a la fortuna y la suerte han sido muy dispares; mas todas ellas tienen un denominador común: el deseo desenfrenado de tener y poseer algo que tendría que proveer la máxima felicidad। Pero por lo general, la felicidad no depende directamente de la cantidad de dinero que tengamos en el banco; es decir, tener más dinero no significa más dicha। El dinero ayuda a la felicidad sólo cuando suple las necesidades básicas del ser humano; mas cuando ya han sido cubiertas, el dinero no aumenta el sentido de felicidad, sino que incluso puede menguarlo।

Como en los pueblos antiguos, en nuestras sociedades modernas el dinero y la fortuna han sido elementos de deseo y ambición, conduciendo al ser humano hacia la codicia y la usura. No obstante, después de que la industrialización y el desarrollo económico impusiera en occidente nuevas perspectivas de vida y de riqueza social, el capitalismo tomó las riendas de los pueblos y sus gentes. El motor del crecimiento económico, humano y de derechos sociales, también se convirtió en causante del aumento de la codicia depositada en los juegos de suerte y fortuna.

El capitalismo también instauró un modelo de comercio basado en el consumo. El comprar, utilizar y tirar para volver a comprar y volver a empezar el ciclo, se convirtió en el paradigma de la felicidad capitalista. Desear tener, para usar y tirar; comprar para satisfacerse; adquirir para apaciguar la ansiedad: el círculo vicioso del deseo insatisfecho. Un nuevo aspecto completaría ese círculo. Hacia los años 50 del siglo XX, la industria y el comercio descubrieron a los jóvenes como potenciales compradores. Para llegar a ellos era necesario crear un buen impacto publicitario con claras provocaciones al consumo. Los adolescentes y jóvenes en etapa formativa se convertirían en el mercado preferido de las multinacionales y de las industrias comerciales. El modelo social del consumismo se instauraba en el segmento de población más débil, componiendo así un nuevo orden en el deseo y la ambición.

Esta amplia introducción al tema nos sirve para entender que los comportamientos de los agraciados por la fortuna y la suerte han sido provocados, en gran parte, por ese modelo social de consumismo. Todos hemos deseado alguna vez que nos toque la quiniela, la lotería o cualquier otro juego de azar, y todos hemos imaginado lo que haríamos si eso llegara a suceder. Todos nosotros hemos hecho planes con el dinero que podríamos tener y en qué lo invertiríamos o, mejor dicho, en qué lo gastaríamos. En realidad, somos producto del modelo consumista que incita al deseo y a la avaricia.

En cada individuo, el índice de ansiedad al consumo en tiempos de normalidad o regularidad económica, se reduplica proporcionalmente cuando llega la suerte, multiplicándose por el dinero que ha llegado por la fortuna. Cuando a un ciudadano medio le ha tocado una gran cantidad de dinero en algún juego de azar, la primera reacción a la que se enfrenta es la liberación de todas esas tensiones psicológicas acumuladas a lo largo de los años. Saber que ya no va a tener que sufrir por la economía doméstica y, además, que va a tener mucho más de lo que imaginaba, significa desatar un montón de emociones, muchas veces incontroladas, que dependen de esa formación consumista que ha adquirido socialmente. Es como si de repente alguien quitara el tapón en una botella de cava y toda la fuerza contenida dentro se disparara sin control.

Pero, ¿qué se puede hacer en esos momentos cuando la suerte ha llegado tan generosamente y los instintos están desatados? No hay respuesta fácil. El deseo de fortuna acumulado durante años y el modelo consumista que impera en toda conducta humana, determinará gran parte de nuestro comportamiento. No obstante, existen algunos consejos que podemos tener en cuenta para llegar lo mejor preparados posible a un hipotético toque de la suerte.

Preparados por si la suerte nos sonríe


* Reducir el impulso consumista।
Habitualmente compramos por impulsos emocionales। Si estamos tristes, pensamos que adquiriendo algún producto estaremos mejor; si estamos ansiosos, creemos que dar una vuelta por un centro comercial y comprar algo, aunque sea necesario, nos ayudará a sentirnos mejor; pero en el fondo todo ello es una excusa para no afrontar la raíz de nuestro malestar। Para reducir el impulso consumista es muy útil realizar presupuestos cerrados para las necesidades reales de una persona o una familia, y ajustarse siempre a lo presupuestado.
* Ir a un centro comercial con el propósito de no comprar।
Para alcanzar un buen control de nuestros impulsos consumistas es conveniente ir a un centro comercial sólo para mirar y no comprar nada। Es una propuesta que deberemos hacer como si fuera un ejercicio, de manera que previamente, en casa, nos preparemos y dispongamos a cumplir con el propósito, completándolo en su totalidad।
* Escribir en un papel cómo administraríamos la fortuna que podría tocarnos en un juego de suerte।
La administración se puede hacer en grupos de tantos por ciento, para no tener que especificar la suma del dinero, que podría ser muy variable। Después de especificar cada detalle, guardaremos la anotación en un lugar reservado। En el caso de que un día la suerte nos sonriera, buscaríamos el papel y nos ajustaríamos a lo que en su día decidimos. La ventaja de esta conducta es que la redacción y consecuente administración de los futuros recursos se redacta en tranquilidad y suficiente objetividad, por lo que en un supuesto futuro de suerte sería más fácil adoptar una actitud más serena y coherente.
* Instaurar una economía familiar absolutamente compartida।
Cuando la economía familiar la administra una sola persona, aislando a la pareja de su control, es más fácil tomar actitudes egoístas, descontroladas y caprichosas, y, consecuentemente, dejarse llevar por un modelo de gasto consumista. Por lo tanto, es preferible ejercitarnos en compartir familiarmente las responsabilidades de administración económica.

1 comentario:

  1. Me gusto eso de la mala suerte de la suerte. Buen titulo para un tema de perder el dinero y la vida esperando que llegue la suerte.

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