-Mi madre me enseñó a APRECIAR UN TRABAJO BIEN HECHO:
"Si os vais a matar, hacerlo afuera. ¡Acabo de terminar de limpiar!"
Sin duda, es absolutamente imprescindible eludir palabras o conceptos que incluyan cualquier concepto de violencia. Amonestar con palabras y modelos negativos lleva a actuaciones reactivamente negativas. Es preferible hacerlo de manera positiva, lo que implica prever o anticiparse a lo que los niños puedan hacer. Es decir, informarles de que se va a limpiar y que no deben salir de una habitación o hacer la limpieza en un momento en que puedan estar mejor supervisados y cuidados. Un poco más de previsión es parte de la solución.
-Mi madre me enseñó RELIGIÓN:
"Reza para que esta mancha salga de la alfombra"
Ante una acción errónea en la que, por ejemplo, se ha manchado voluntaria o involuntariamente una alfombra, es preferible no provocar más tensión por el problema, sino separar el error de la solución. Si el niño ha manchado una tela valiosa y necesitamos limpiarla urgentemente, podemos dejar para más tarde la reprensión y corrección, para primeramente limpiar la mancha. Lo más seguro es que el niño estará preocupado e, incluso, impresionado por su error, por lo que no será necesario provocar más tensión, sino solucionar primero lo urgente y más tarde hablar de manera más tranquila y serena con él, para ejercer la corrección necesaria.
-Mi padre me enseñó RAZONAMIENTO:
"Porque lo digo yo, por eso... ¡¡y punto!!"
Sucede a menudo: después de intentar razonar durante bastante tiempo con un niño sobre una cuestión en concreto, al final, cansados y hastiados de su terquedad, explotamos con la afirmación más ilógica e incoherente. Es cierto que muchas veces nos ponen a prueba y nos sacan de las casillas, pero también es cierto que en muchas ocasiones acostumbramos a tomar el camino más directo para no tener que dar excesivas explicaciones, por lo que el ‘¡porque lo digo yo y punto!’ se convierte en la manera más rápida para acabar con cualquier discusión. No obstante, cuando los caminos de la razón no dan más de sí, es preferible concluir la conversación de otra manera. Por ejemplo: ‘hoy no puedes entender esto, pero más adelante lo entenderás, así que lo haremos de esta forma para bien tuyo y mío’, o ‘ante la dificultad de no podernos entender, ya sabes que tengo la responsabilidad de cuidar de ti y debo tomar la mejor opción, que es la siguiente...’, o ‘a veces, cuando tú y yo no podemos llegar a un acuerdo, sabes bien que en esas ocasiones yo debo tomar la mejor decisión, y ahora lo debo hacer’, u ‘hoy vamos a hacer esto de esta manera, porque estamos un poco nerviosos y nos estamos obcecando; pero mañana lo hablaremos más tranquilamente y estoy seguro que nos entenderemos’.
-Mi madre me enseñó PREVISIÓN:
"Asegúrate de que llevas ropa interior limpia, por si tienes un accidente"
Es una frase muy antigua. Muchas madres y abuelas tuvieron —y aún tienen— una marcada obsesión por la limpieza y por quedar bien ante otras personas en una situación inesperada. Como es de suponer, involucrar una posible situación de desgracia no es la mejor fórmula para una educación en valores. Ir limpio y aseado es una virtud que tiene sus frutos en primera persona. Es preferible alentar a la limpieza con otros argumentos de beneficio personal, porque, al fin y al cabo, la responsabilidad individual es anterior al compromiso colectivo. Por ejemplo, ‘siempre que salgas de casa debes ir aseado y con la ropa limpia, porque así te sentirás más a gusto contigo mismo y a tus amistades les gustará estar a tu lado’.
-Mi padre me enseñó IRONÍA:
"Tú sigue llorando, verás como te doy una razón para que llores de verdad"
Estamos frente una actitud intimidatoria hacia el niño, con una llamada a la violencia para resolver una situación compleja. Implícitamente se avisa al menor de que la respuesta a su lloro será una acción contundente, por lo que entramos en el círculo vicioso de la amenaza y el miedo. Cuando un niño no deja de llorar y persiste en su actitud, es preferible apostar por la firmeza de carácter, esperar pacientemente a que se le pase la rabieta, el enfado y los lloros, y después, cuando se haya relajado un poco, hablar con tranquilidad sobre lo sucedido. Muchas veces, el niño utiliza el lloro para doblegar la voluntad de los padres, por lo que hay que mantenerse firmes e imperturbables ante su reincidencia y así hacer saber al niño que el lloro no le servirá como medio de negociación, sino las palabras, los argumentos, las razones y la conversación.
-Mi madre me enseñó a ser AHORRATIVO:
"¡Guárdate las lágrimas para cuando yo me muera!"
Evidentemente, se trata de una frase hecha que pasa de abuelos a padres y de padres a hijos, y así sucesivamente. Es una expresión disuasoria y de depreciación. Se intenta que el niño deje de llorar, pero sin llegar a solucionar realmente el problema o atajar la razón del malestar, menospreciando su lloro. Es mejor no provocar al niño con conceptos que ni entiende ni le aportan tranquilidad y sosiego. Callar a tiempo y hablar con palabras adecuadas, firmes y de incidencia positiva, es el camino más adecuado para una educación integral. Ante situaciones complejas y de difícil resolución, siempre es mejor mantener la firmeza y la calma, bajando el volumen de la voz y subiendo el valor de las razones o argumentos.
-Mi madre me enseñó OSMOSIS:
"¡Cierra la boca y come!"
Un auténtico oxímoron, un contrasentido absoluto: ciertamente no se puede cerrar la boca y comer. Ésta es otra expresión típica y tópica que denota una gran tradición oral y, al mismo tiempo, una falta de atención por parte del niño así como una falta de paciencia por parte de los padres. La comida es uno de los momentos de mayor y mejor comunicación familiar, por lo que es normal que un niño aproveche ese rato para expresarse, hablar o distraerse. Si queremos que un niño coma, lo mejor es enseñar con el ejemplo y comer con él. Ésta es la mejor opción para que aprenda el valor de la comida y la nutrición. Un niño que come solo o que los padres están exclusivamente a su lado insistiéndole para que coma, es uno de los peores ejemplos para lograr una buena actitud ante la comida. El protocolo saludable de la comida implica que, en lo posible, toda la familia se siente a la mesa a una hora concreta, sin que la televisión esté encendida y sin que nadie se levante para seguir realizando otras actividades paralelas a las alimenticias. Una familia que come unida y dedica el tiempo adecuado a la degustación, es la mejor fórmula para aprender buenos hábitos alimenticios.
-Mi madre me enseñó CONTORSIONISMO:
"¡Mira la suciedad que tienes en la nuca, vuélvete!"
Evidentemente, es imposible cumplir esta orden. Esta frase o similares aparecen cuando los nervios están tan a flor de piel que no sabemos ni lo que decimos. La tensión del día a día y los efectos de las prisas y el estrés nos llevan a abrumarnos por cualquier asunto o situación. Pero para educar necesitamos tiempo y disposición. Sin tiempo y sin la disposición adecuada, la educación de los hijos se puede convertir en un asunto farragoso y pesado. Con tiempo y con la disposición adecuada, estaremos más tranquilos y relajados para atender mejor a nuestros hijos.
-Mi padre me enseñó FUERZA DE VOLUNTAD:
"¡Te vas a quedar sentado hasta que te lo comas todo!"
Hay niños que les cuesta coger el hábito de comer. Unos son muy lentos, otros se entretienen y pierden la atención, y otros necesitan algún aliciente extra. En cualquier caso, ante un niño que se niega a comer o que el tiempo de comida se le ha alargado demasiado, no es buena idea dejarlo castigado hasta que se haya comido todo lo del plato. No es bueno relacionar comida y castigo. La comida nunca debería de ser una tortura, sino un tiempo sosegado y tranquilo. Para lograrlo, es primordial que el niño no haya ingerido nada, como mínimo, en las dos horas anteriores a la comida. Otras ayudas para una buena degustación es mezclar convenientemente los sabores, intercambiar gustos, poner la comida menos agradable como la primera o acompasar, por medio de algún pequeño juego, el paso a paso de la comida entre los adultos y el niño. También es bueno reducir o eliminar durante la comida el consumo de bebidas gaseosas o de sabores. En su justa medida, el agua es suficiente para una buena degustación y digestión.
-Mi madre me enseño METEOROLOGÍA:
"Parece que ha pasado un huracán por tu cuarto."
El orden es uno de los déficits más habituales en los niños. Muchas veces es auténticamente real la similitud con un huracán, porque algunas habitaciones pueden estar tan desordenadas que parece que haya habido una batalla campal. No obstante, en estas expresiones reproducimos una maniática preocupación por el orden del niño, cuando en realidad él siente que estamos invadiendo su espacio privado. Mientras a nosotros nos preocupa el orden, a él le importa su derecho a tener su pequeña propiedad como le plazca. Pero en realidad no nos debería preocupar tanto si ordenan o no la habitación; nunca serán ordenados con sus pertenencias si no adquieren hábitos con su tiempo. Es decir, si les enseñamos a ordenar su tiempo, seguro que esta costumbre les ayudará a ordenar sus pertenencias.
-Mi padre me enseñó VERACIDAD:
"¡¡Te he dicho un millón de veces que no seas exagerado!!"
Aunque fuera cierto y pareciera necesario, repetir algún concepto o enunciado muchas veces —diez, mil o un millón— es abusar de la razón que nos avala. Claro está que esta forma de hablar es una manera fácil y rápida de expresar un malestar o incomodidad ante un niño que habitualmente exagera comportamientos o situaciones. No obstante, cuanto más importancia se le dé a una conducta, más la reproducirán. Por ello, es preferible obviar esas formas de hacerse notar y no estimular o provocar actitudes reiterativas, porque, al final, en lugar de corregir una conducta, estaremos promocionándola.
-Mi madre me enseñó MODIFICACIÓN DE PATRONES DEL COMPORTAMIENTO:
"¡Deja de actuar como tu padre!"
Sin lugar a dudas, esta expresión es una de las más populares y habituales en los hogares españoles. La comparación negativa con un miembro de la familia es uno de los lastres más severos para el crecimiento saludable de un niño o de un adolescente. Si no es con un padre, será con un hermano/a o con un tío, pero siempre habrá algún familiar con quien comparar al menor, que día a día lucha por labrarse su propia personalidad. Las comparaciones, aparte de ser odiosas, limitan el crecimiento del individuo hasta extremos que podría, incluso, llegar a anularlo. Por lo tanto, este tipo de expresiones se deberían eliminar radicalmente de nuestra forma de hablar y de dirigirnos a los más pequeños. Aunque si en algún momento hubiera lugar a comparaciones, es preferible que éstas fueren positivas, destacando virtudes y aspectos loables de la personalidad.
-Mi padre me enseñó habilidades como VENTRILOQUIA:
"No me repliques, cállate y contéstame: ¿por qué lo hiciste?"
Cuando la temperatura ambiental aumenta y los nervios están a flor de piel, aparecen situaciones cómicas como ésta: ‘¡no me repliques, cállate y contéstame!’; todo al mismo tiempo. Evidentemente, conversar en momentos de nerviosismo y de tensión no es la manera más adecuada para solucionar situaciones controvertidas y complejas. En estos casos es mejor calmarse, esperar unos minutos y volver a hablar del tema con tranquilidad. Para que una conversación sea constructiva, es necesario que ambos interlocutores estén en igualdad de condiciones, tanto afectivas, psicológicas, como ambientales. Aunque sea una conversación entre un adulto y un niño, también es necesaria una sabia igualdad de condiciones.
-Mi madre me enseñó LENGUAJE ENCRIPTADO
"No me, no me.... que te, que te..."
Estas palabras tan onomatopéyicas, esconden cierta violencia. No me... (no me digas o no me repliques), que te... (que te doy una bofetada o que te vas a enterar). Como es de suponer, el mensaje que se esconde detrás de unas palabras tan abruptas y entrecortadas, en realidad delatan una autoridad mal entendida o una violencia reprimida. Cualquier atisbo de brusquedad o de intimidación figurada o verbal, es absolutamente reprobable en la educación de los hijos.
-Mi padre me enseñó técnicas de ODONTOLOGÍA:
"¡Me vuelves a contestar y te estampo los dientes contra la pared!"
Sin lugar a dudas, éste es otro ejemplo de suma violencia. Es posible que un niño o adolescente conteste de malas maneras o lo haga en exceso y fuera de lugar, pero ello no es óbice para invocar a la violencia ni jugar con el miedo. Educar por medio de actitudes que provoquen miedo o temor, en lugar de alentar al respeto y las buenas acciones, provocará en el menor serios sentimientos de inseguridad e inestabilidad. A medio plazo, esta manera de solucionar los problemas inducirá al niño a tomar actitudes defensivas, como la mentira, el disimulo o la indiferencia. Es necesario rectificar y controlar convenientemente nuestros impulsos y sustituirlos por actitudes firmes y seguras, pero sin violencia ni provocaciones ni invitaciones al miedo. Cuando un niño nos contesta repetidamente y nos provoca con sus respuestas, podemos tomar dos opciones positivas: 1- aparcar la discusión para otro momento en el que se pueda conversar en paz y con entendimiento; y 2- tomar una actitud disciplinaria productiva, como instarle a que escriba en un papel todas sus razones y reivindicaciones, para discutir sus puntos de vista más tarde.
-Mi madre me enseñó GEOGRAFÍA DE ESPAÑA:
"¡Como sigáis así os voy a mandar a uno a Cádiz y al otro a La Coruña!"
Cuando dos hermanos se pelean o mantienen reiteradas discusiones, solo nos queda una opción: separarlos. Ahora bien, ¡no sería necesario enviarlos tan lejos! Mientras que tomemos la decisión de separarlos temporalmente en diferentes habitaciones, es suficiente para solucionar el entuerto. Pero eso sí, es importante tomar la decisión en el momento adecuado; es decir, no anunciar o vociferar lo que se hará sin realmente hacerlo. Junto a la separación temporal de los hermanos, se puede hablar en privado con cada uno de ellos para hacerlos reflexionar y/o establecer disciplinas positivas. En todo momento es conveniente que nuestras actitudes y acciones no sean reactivas, sino proactivas.
-Mi padre me enseñó BIOLOGÍA:
"¡Tienes menos cerebro que un mosquito!"
Ésta es una nueva, pero muy antigua manera de desacreditar y menoscabar a un niño. La expresión está llena menosprecio y desconsideración, y habitualmente se utiliza no solo en contra del niño, sino en beneficio nuestro. Evidentemente, la comparación no va en serio, porque nadie tiene menos cerebro que un mosquito ni el pobre insecto debe salir perjudicado de ninguna comparativa. Pero como reseñé anteriormente, comparar las capacidades psicológicas, físicas o motrices de una persona con otra no tiene sentido y es deleznable, porque cada uno tiene sus habilidades personales que solo se pueden confrontar con las propias facultades. La mejor manera de animar a un niño para que estudie y se esfuerce es resaltando los pequeños éxitos que vaya logrando y motivándolo en positividad y espíritu de superación, sin comparaciones odiosas. Cualquier otra opción significará plantar en su mente semillas de baja autoestima, de derrota y desaliento.
-Mi madre me enseñó LÓGICA:
"Mamá, ¿qué hay de comer?" “¡COMIDA!"
Habitualmente, los niños quieren saber muchas cosas y preguntan por las cuestiones más inverosímiles que podamos imaginar. No obstante, preguntar por lo que hay para comer es lo más normal del mundo, porque todos —especialmente los adultos— acostumbramos a conocer de antemano qué vamos a comer y qué vamos a beber. Por lo tanto, la pregunta no es nada anormal; todo lo contrario, es absolutamente lógica y coherente. Lo que no es lógico ni coherente es responder que para comer hay comida, pues ello denota que somos nosotros los que estamos desquiciados por alguna cuestión personal o familiar y no tenemos el control de la situación. Todos sabemos que atender a niños es una tarea en la que se ha de invertir tiempo y paciencia; es obvio. Tanto aquí como en las antípodas, una buena educación requiere tiempo, dedicación y paciencia. Sin lugar a dudas, hay que responder como corresponde. ¿Qué hay para comer? El menú completo, con pelos y señales. Otra cuestión será si les gusta o no, y cómo les convenceremos para que lo puedan disfrutar a pesar de ello.
-Mi padre me enseñó RECTITUD:
"¡¡Te voy a poner recto de un tortazo!!"
Una respuesta violenta para, tal vez, una cuestión intrascendente. Muchas veces respondemos con palabras violentas a situaciones que ni de lejos merecerían este tipo de alocución. Amenazar con un tortazo es, implícitamente, violencia. En su lugar se puede responder con palabras claras y enérgicas, pero sin la imagen subliminal de que la mejor solución es la fuerza coactiva. Habitualmente, estas muestras de intimidación son muy desproporcionadas con la realidad del problema, que se podría corregir con tan solo un poco más de atención y tiempo. Es necesario destacar que el mejor y más productivo regalo que podemos dar a nuestros hijos es el tiempo. Cuando no se les dedica el suficiente tiempo, es cuando surgen esas situaciones extremas donde rozamos nuestros límites de paciencia y, como solución urgente, optamos por las imágenes más amenazantes y severas.
©2010 Josep Marc Laporta
Divertidisimo como usted ha tratado el tema. Esta buenisimo. me gusta
ResponderEliminargracias. muy apropiado para los padres que siempre hemos oido lo mismo.
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