Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

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· Acabar con la hipocondría

Tenemos miedo de ponernos enfermos y, en algunos casos, este miedo nos puede hacer caer en la hipocondría. Una enfermedad muy antigua que se dice que se producía por la acumulación de humores debajo de las costillas, en el hipocondrio, llamado el lugar de las emociones, de la melancolía; de aquí viene su nombre. Una persona hipocondríaca es aquella que se preocupa en exceso por su salud y que interpreta cualquier sensación física, por irrelevante que sea, como el indicio de una enfermedad grave. La hipocondría es el miedo a la enfermedad.

El hipocondríaco da vueltas sobre males reales o imaginarios y que a falta de signos o síntomas más alarmantes se fija en el funcionamiento de su organismo. Puede observar el latir de su corazón, el proceso de la digestión o cualquier peca puede significarle un cáncer de piel o un dolor de cabeza puede interpretarlo como un tumor cerebral. Los hipocondríacos centran su vida en el temor a la enfermedad, por lo que la hipocondría es un trastorno mental y el hipocondríaco es un enfermo imaginario.

Pero que la enfermedad sea imaginaria, no significa que no haya malestar. El hipocondríaco se encuentra en una situación muy compleja, ya que cuando los médicos no le pueden ayudar y le dicen que no tiene nada, la tranquilidad que le pueden proporcionar es efímera, y lo que el paciente suele hacer es cambiar de médico para encontrar otro que le dé una razón orgánica a su malestar. De esta manera, al visitar a distintos profesionales de la salud, el supuesto enfermo puede caer en múltiples tratamientos e, incluso, intervenciones quirúrgicas, lo que le puede conllevar unas secuelas realmente perjudiciales. Pero en este proceso también puede llegar a caer en manos de algún charlatán o de un desalmado curandero que le pudiera sacar el dinero y, también, su equilibrio psicológico.

Tenemos una medicina tecnológicamente muy avanzada, que hace cosas que hasta hace poco tiempo hubiéramos considerado milagrosas pero, incluso, con tanto avance hay una parte de la población que cree que está enferma y que muy a menudo busca en Internet la razón de sus males, la llamada cibercondria. Vivimos en una sociedad de corte hipocondríaco, con personas que, a pesar de encontrarse bien, objetivan cualquier trastorno y se ponen a un paso de la hipocondría, llevándoles a un desenlace fatal. Ya no hay personas sanas, todos somos, como mínimo, personas preenfermas.

La hipocondría es una enfermedad de las sociedades opulentas o desarrolladas, en las cuales hay dos elementos claves que tienen que ver con su desarrollo. En primer lugar, la implusión, el exceso o la saturación de información. A más información, mayor conocimiento, y a mayor conocimiento, mayor angustia. Y pese a que no siempre es una regla de tres, esta sucesión se produce como un efecto pernicioso en la sicología de muchas personas. El otro elemento es la abundancia material, el valor que tiene la vida en nuestra sociedad con el alargamiento de la esperanza de vida y sus implicaciones sociales. Esto implica el supuesto de que la vida tiene un valor muy alto que hay que cuidar, conduciéndonos al miedo, al pánico o al estrés, ya que no quisiéramos ver que todo lo que tenemos y somos se echara a perder por una enfermedad o por cualquier situación contraria a nuestro bienestar.

Encontrarse bien no significa estar sano. O encontrarse mal tampoco significa estar enfermo. Los males siempre se habían centrado en las percepciones del enfermo o al aspecto externo a una dolencia concreta, pero hoy en día los males están lejos de las percepciones, tanto del enfermo como del profesional. Una persona puede encontrarse bien, hacer buena cara y estar gravemente enferma, y a la inversa.

Los roles han cambiado. Antes íbamos al médico y él nos preguntaba cómo estábamos. Ahora, debido a la gran cantidad de análisis y pruebas médicas, somos nosotros los que vamos al médico y le preguntamos cómo estamos. Todo ello nos ha dado una nueva percepción de la enfermedad, ya que muchas personas pueden estar sintiendo una pequeña dolencia que en principio obedece a una tensión muscular, y darle tanta importancia que puede llegar a convencer al médico para que le haga pruebas y análisis con el fin de confirmar su dolencia.

Previendo la hipocondría

* La hipocondría se aprende, por lo tanto se puede prever. No hemos nacido con el miedo psicológico a la enfermedad, sino que la sociedad y el ambiente en el que crecemos nos hacen ser más o menos hipocondríacos. En realidad, todos somos hipocondríacos, aunque algunos en un nivel muy bajo que no afecta a la estabilidad; mientras que otros lo viven obsesivamente, llegando incluso a generar enfermedades.
* Conocer al niño y los mensajes de su cuerpo. Cuando los padres desconocen el mensaje que emite el cuerpo del niño pueden estar creando futuros hipocondríacos. Cualquier pequeño golpe, dolor o malestar puede ser causa de alarma o de una excesiva atención por parte de los padres, lo que provoca en el niño una excesiva conciencia de que su cuerpo es frágil y que hay que cuidarlo de manera particular. Al llegar a adulto, su actitud respecto a la enfermedad puede degenerar en una hipocondría.
* Prestar atención a los dolores reales del niño. No prestar suficiente atención a los dolores reales de un niño también puede generar hipocondría। Si lo llevamos al médico cuando realmente ya está al límite de un dolor o solamente se le hace caso cuando se le lleva a urgencias, podemos estar creando un futuro hipocondríaco. No obstante, de las dos actitudes, la de atender en exceso por cualquier pequeño golpe o dolor, es la más plausible a generar un hipocondríaco.

Huyendo de la hipocondría

* Dejar de hablar de las enfermedades. El hábito de quejarse continuamente es contraproducente. Se acostumbra a decir que cuando comunicas y expresas una dolencia uno se descarga; pero no es totalmente cierto, el proceso se realimenta y se cae en el círculo vicioso de la hipocondría.
* Dejar de investigar sobre la enfermedad en Internet. Los hipocondríacos buscan información en Google para encontrar soluciones a sus supuestas enfermedades, cayendo en el error de querer saber demasiado, confundiendo síntomas, causas y enfermedades. Proponerse reducir la adquisición de información sobre enfermedades es un buen recurso para no alimentar la aparición de nuevos síntomas y manifestaciones.
* Dejar de mirar el mundo desde nuestro ombligo. Mirar las cosas de una manera más global es el mejor camino para no caer en ofuscaciones propias y ver la realidad con más objetividad. No somos tan importantes como para que nuestra salud sea motivo de atención pública, ni somos tan insignificantes como para que una posible enfermedad no sea importante. Ser, sentir y estar en el lugar adecuado es parte de nuestra felicidad como seres humanos.
* Ayudar a personas que pasan por situaciones complejas y difíciles. Para mejorar de la hipocondría es muy aconsejable salir de la rutina diaria e ir, por ejemplo, a un geriátrico o a un centro asistencial de personas con problemas sociales, para colaborar y ayudar en lo posible. Ver y vivir otras situaciones ciertamente trascendentales nos permitirá salir de nuestra cueva y de las obsesiones que inconscientemente nos hemos creado, para conocer y vivir realidades palmarias que sí necesitan de atención y cuidado. No obstante, hay que resaltar que no es aconsejable ni conveniente ir a un hospital o a un centro donde hubieran personas con enfermedades terminales, porque no ayudaría en el proceso de mejora de la hipocondría.
* Revisar cuántas veces se ha ido al médico en el último año. Una manera de mejorar de la hipocondría es contar cuántas veces se ha visitado al médico y cómo el resultado de la visita no ha coincidido con los supuestos miedos que teníamos. Ésta es la terapia de la vergüenza, la que nos hace ver la absurdidad de nuestra conducta y adoptar una actitud más equilibrada.
* Procurar un buen estado de ánimo y armonizar el mundo de las emociones. La mayoría de las enfermedades aparecen cuando hay una desconexión entre el cuerpo y la mente. Gran parte de la medicina moderna va encaminada a reestablecer una saludable conexión entre ambas, por medio de la relajación y de terapias adyacentes a la medicina científicamente tradicional.
* Hacer el amor a menudo. La placentera actividad sexual es un buen contrapeso orgánico a la hipocondría. El placer del sexo permite liberar tensiones y obsesiones psicológicas que ayudarán a minimizar las impulsiones obsesivas de la hipocondría.
* Observar la enfermedad desde otro ángulo. Una perspectiva idónea es ver que la enfermedad es una buena manera de crecer como persona, cuando aparece en su momento. Una gripe es uno de los procesos físicos más saludables para nuestra regeneración tanto física y orgánica como mental y psicológica. Tener miedo a la enfermedad es esperarla impacientemente sin que por ello necesariamente tenga que llegar. No tener miedo a la enfermedad es aceptarla como parte de nuestro crecimiento integral como personas, incluso cuando ésta fuere más grave. Existen miedos funcionales y miedos disfuncionales. Es decir, miedos que nos avisan de una situación real que hemos de asumir y actuar convenientemente. Pero si son disfuncionales son irreales, inventados y provocados, por lo que son enfermizos y nos pueden marcar determinantemente para toda una vida.

A tener en cuenta

Aunque la hipocondría se considera un problema psicológico leve, cuando es exacerbada puede acabar originando dolencias más serias que pueden llevar a trastornos patológicos. Entre los más extremos destacan el síndrome de Munchhausen, Münchhausen por poderes y el síndrome de Cotard.
* Síndrome de Münchhausen. Se trata de una simulación repetida de dolencias, desde infartos a fiebres exóticas. Debe su nombre al barón de Münchhausen, militar alemán del siglo XVIII dado a exagerar y contar historias fantásticas. El afectado se hace el enfermo para llamar la atención de familiares y médicos, y vaga de un hospital a otro en busca de cuidados. Aunque la simulación es consciente —suele tratarse de sujetos inteligentes e informados—, la causa del engaño no está clara y requiere tratamiento psicológico.
* Münchhausen por poderes. Aparece cuando los padres —normalmente, la madre—, hacen fingir enfermedades a su hijo —o al niño a su cargo— para obtener atención médica. Algunos progenitores llegan a añadir sangre a las muestras de orina, dejan de alimentar al niño o le administran fármacos para que los síntomas parezcan los de la dolencia que quieren simular. Luego se muestran colaboradores con los médicos. Además de trastorno psicológico, es una forma de abuso infantil.
* Síndrome de Cotard. También llamado delirio de negación o nihilista, se caracteriza porque el afectado cree que ha muerto, que sus órganos o intestinos no funcionan o que su corazón no late। A veces aparecen alucinaciones olfativas —olor a carne putrefacta— y cenestésicas —siente que los gusanos lo devoran—. El nombre viene del neurólogo francés del siglo XIX Jules Cotard, que describió el síndrome a partir del caso de una mujer de 43 años que creía que no tenía cerebro ni nervios ni tórax, y que estaba formada sólo por piel y huesos.

©2010 Josep Marc Laporta

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