Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· Dejados tras años de convivencia

Es una situación habitual en nuestros días. Después de quince, veinte o treinta años de convivencia en pareja o matrimonio, una de las dos personas decide tomar otro camino. En la mayoría de los casos, quien toma la opción de salir de la relación es porque se ha enamorado de alguien, ya ha empezado a sentir atracción por otra persona o está iniciando una relación afectiva; aunque también sucede que la relación de pareja se acaba por el desgaste y una de las partes toma la determinación de cortar y empezar una nueva etapa. No obstante, en todos los casos siempre hay uno que sufre el desamparo y el adiós forzado, muchas veces con la intensidad del amor aún vigente.

Un apunte de carácter demográfico y sociológico nos ayudará a entender el tema: hoy vivimos el doble de años que nuestros antepasados. Cuando se creó el Registro Civil en España (1870) sólo un 2% de los inscritos eran mayores de 65 años. Quien llegaba a los 50 años sólo podía esperar vivir como máximo unos 15 años más. Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La inmensa mayoría de las personas que nacen llegan a edades avanzadas. Un 70% de los nacidos alcanzan los 65 años, y un 27% superan los 80 años. En definitiva, en 1910 la media de esperanza de vida era de 40 años, mientras que en la década del 2000 ha sido de 80. Evidentemente, las expectativas se han duplicado. Esta prolongación de la esperanza de vida incluye también una calidad de vida superior. Los avances científicos, médicos, tecnológicos y sociales nos permiten disponer de más comodidades y placeres, incidiendo determinantemente en la forma de entender nuestra existencia. Asimismo, vivir el doble que hace 100 años ha obligado a que las relaciones de pareja sean más exigentes, más permeables al tiempo, los años y los cambios.

Esta perspectiva nos permite adquirir conciencia de que vivir más años implica asimismo más agotamiento en las relaciones y más necesidades vitales que colmar. Es por ello que no sólo han aumentado nuestros años sino que nuestra perspectiva de vida plena también se ha acrecentado. En algunos casos, la convivencia en pareja sufre con el paso de los años y la relación se transforma, no yendo necesariamente a mejor sino empeorando o, lo que puede ser similar, estancándose.

Cuando una relación se rompe por una de las partes, la persona que se siente dejada y, además, sigue sintiendo amor, sufre mucho y se siente traicionada. No es fácil aceptar que después de tanto tiempo de convivencia alguien te deje. Son muchos años llenos de recuerdos, momentos agradables, luchas, proyectos, ilusiones y, sobre todo, de confianzas compartidas. El dolor de la ruptura y la sensación de abandono es totalmente comprensible. Solo un cambio de paradigma y de forma de entender la vida y el nuevo futuro que se abre delante nos permitirá superar el sufrimiento de una separación no deseada.

Cómo superar un adiós no deseado

* Nada es para siempre. Habitualmente tenemos la tendencia a pensar que todo es eterno y nada caduca. Son los sueños de la juventud, en los que pensamos que el amor que inauguramos será para siempre, juntamente con la casa, los proyectos, las ilusiones, etc. Pero los años pasan y todo se transforma. Entender que nada es para siempre es entender que incluso la vida que vivimos no es para siempre y que los cambios son consustanciales con nuestro paso por este mundo.
* Todos somos y debemos ser libres. Pese a estar en pareja o vivir en matrimonio, la esclavitud emocional no es la mejor opción para lograr la felicidad personal. Tendemos a pensar que porque nosotros amamos, la otra persona debe hacer lo mismo y ha de estar obligado a ello. Amamos porque somos libres; dejamos de amar porque también somos libres.
* No reprimir el dolor. Un dolor reprimido es una cuenta pendiente psicológica: tarde o temprano sufriremos los intereses de aquel sufrimiento acallado innecesariamente. El dolor es parte de la aceptación psicológica de la situación. Tiene su momento y su espacio, y no debemos pasarlo por alto en un afán de convertirnos en superhombres o supermujeres.
* Aceptación a su tiempo. Lógicamente, ante la situación vivida, los momentos de dolor, ira y rabia nublarán nuestra mente y corazón; pero pasado el tiempo del duelo es conveniente aceptar plenamente lo que sucedió. Demorar la aceptación de la nueva situación creada, entorpecerá nuestra recuperación psicológica y emocional y provocará nuevos episodios de desencuentros que alargarán el sufrimiento. En cualquier fase de nuestra vida nos será muy útil aprender a aceptar las cosas tal y como son, sin engañarnos y sin disimular la auténtica realidad; así aprenderemos, nos conoceremos y creceremos.
* La enemistad es la peor fórmula para salir adelante. Ante un desplante amoroso y de renuncia matrimonial, lo que más nos podría apetecer es provocarnos al enfado y a la enemistad. No obstante, pese a que en principio parece que esta actitud nos da placer y nos permite pasar cuentas por el daño ocasionado, es la peor opción para ir adelante. Es cierto que no debemos reprimir las sensaciones de enfado y dolor, pero enemistarse permanentemente es construir barreras que con el tiempo resultarán insalvables, no sólo con la otra persona, sino, sobre todo, con nosotros mismos.
* El amor se puede transformar. Ante un adiós no deseado, el gran problema a resolver es qué hacer con el amor que se podría seguir sintiendo hacia la persona que nos ha dejado. A veces, lo más sencillo es dejarse llevar por sentimientos contrarios: el odio, el rencor o la indiferencia. No obstante, existe un camino más digno que nos conducirá a una mejor estabilidad personal y emocional: transformar el amor. Nunca más le amaremos igual, porque la decepción y el dolor de la separación seguramente no nos permitirá sentir el mismo tipo de amor de pareja ni tampoco nos será conveniente. Pero sí que podemos cambiar nuestra mentalidad e inaugurar una nueva forma de amor: un amor de respeto. Es decir, amar para desearle lo mejor, amar para establecer una paz duradera, amar para entenderse en las cuestiones familiares comunes, amar para ser mejores personas. Se puede aprender a amar de manera distinta al amor de pareja, tan sólo es cuestión de ser valientes para no caer en el instinto más primario y ofrecernos a nosotros mismos —y también a la persona con la que hemos compartido gran parte de nuestra vida— el mejor respeto.
* Forjar una amistad de conveniencia. Después de años de relación y vida en pareja, no es muy sencillo forjar una buena amistad con la persona que nos ha dejado. Puede resultar, incluso, imposible. Pero una forma de no perder completamente a la persona que se ha amado (y, en cierta manera, se le podría seguir profesando un cierto amor) es forjar una amistad de conveniencia. Es decir, facilitar una relación en la que exista una amistad de ciertas connotaciones. Por ejemplo, conversar esporádicamente, facilitar la resolución de las cuestiones familiares comunes o hacer actividades conjuntas por el bien de los hijos. Una amistad de conveniencia nos permitirá mantener un sabio equilibrio entre lo que fue y lo que ha de ser.
* Inaugurar un nuevo tiempo de nuevas relaciones y oportunidades sociales. Ante un adiós no deseado es preferible no entrar rápidamente en otra relación amorosa, ya sea por despecho o por necesidad de sentir nuevas sensaciones de amor o cariño. Es preferible inaugurar un nuevo espacio de nuevas relaciones sociales que nos aporten otro tipo de riqueza personal. Salir, conocer gente, hacer nuevas amistades, tener nuevas conversaciones o fortalecer antiguas amistades son opciones que nos enriquecerán y ayudarán a recuperar la autoestima que posiblemente habremos perdido. Asimismo, un tiempo de independencia y plena autonomía nos permitirá emanciparnos de aquellos lastres del pasado que tal vez aún nos condicionen, para enriquecernos con nuevas experiencias y nuevas perspectivas de vida.


©2010 Josep Marc Laporta


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2 comentarios:

  1. Hay vida después de un adiós no deseado. No se acaba el mundo ni mucho menos es el final de la felicidad. Empieza una nueva etapa que incluso es mucho mejor que la anterior porque la experiencia es algo que llevamos dentro. Nunca pensé que saldría adelante después de que mi pareja me dejara, pero salí de todo y amé a otro hombre volviendo a ser incluso más feliz que antes. Estoy de acuerdo que hay que cambiar la cabeza para lograr salir, porque lo sigues amando,pero hay que soltarlo en la mente y seguro que se sale. Asi lo viví y así lo cuento, por si sirve de algomi experiencia.

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  2. MUY BUEN ARTICULO!! ME GUSTA MUCHO DE LA MANERA QUE ESCRIBE TAN CLARITO Y INSTRUCTIVO

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