La memoria es una función del cerebro y, al mismo tiempo, un fenómeno de la mente que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar información. Es producto de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo que crea las llamadas redes neuronales. La memoria permite retener experiencias pasadas y, según el alcance temporal, la clasificamos convencionalmente como memoria a corto plazo o de largo plazo.
En tiempos antiguos la memoria había estado muy bien considerada, ya que era un elemento importante para conservar la tradición y la transmisión oral. La memoria era la base de la sociedad cuando los hombres eran iletrados y recordar significaba la fuente del progreso. Esto ha sido así hasta nuestros días. La rapidez de nuestro mundo moderno y la velocidad de los sucesos ha saturado nuestras memorias de compromisos e informaciones superficiales, llevándonos a menospreciar este gran caudal de riqueza humana.
En la época de los romanos se creía que la memoria estaba en el pecho. De ahí la palabra ‘recordar’, que en latín, re (de nuevo) cordis (corazón), significaba literalmente: volver a pasar por el corazón. También se pueden encontrar estas reminiscencias en otras lenguas: study by heart del inglés o étudier par coeur del francés (estudiar de corazón, en ambos casos). Hoy en día sabemos perfectamente que la memoria se sitúa en el cerebro y, como si se tratara de un músculo, lo podemos articular y ejercitar para nuestro bien.
Los animales también tienen memoria. La de los elefantes, por ejemplo, es prodigiosa. Por años que pasen conocen y saludan a sus congéneres que han conocido a lo largo de su vida, e incluso reconocen los restos de sus antepasados muertos años antes; aunque la conciencia de los animales está prácticamente limitada al presente. La conciencia del pasado y del futuro es específicamente humana.
Pero la memoria no es un mero archivo que recopila datos. La memoria almacena imágenes, olores, sentimientos, opiniones, valores. La identidad de uno mismo está estrechamente relacionada con la memoria. Somos nuestra memoria, decía Borges. Pero nuestra memoria puede mejorar con la práctica diaria, separando lo que es fundamental de lo que es accesorio. Tenemos una buena noticia: no nacemos con una buena o mala memoria, salvo excepciones relacionadas con algunas enfermedades. La memoria no tiene que ver con la inteligencia; sí, en cambio, con el entrenamiento. La actividad neuronal es muy importante para todo este procesamiento de memoria. Las personas que tienen una vida cognitiva bastante activa tienen menos probabilidades de desarrollar una demencia como el Alzheimer, porque potencian las conexiones sinápticas y eso hace que se mantengan durante más tiempos activas. Por lo tanto, cualquier ejercicio que active esos circuitos neuronales a través del entrenamiento (leer, escribir, etc.) hace que la memoria se preserve.
Trucos prácticos para la memoria
* El cerebro es el único órgano del cuerpo que mejora con los años। Todos los demás órganos del cuerpo se van deteriorando y el paso del tiempo les deja huellas irrecuperables. Un cerebro entrenado es capaz de mantenerse en buenas condiciones y de mejorar con el paso de los años. Por lo tanto, nuestra memoria mejorará ostensiblemente si la cuidamos y entrenamos diariamente.
* Aplicar las cinco claves de una memoria sana. Combatir el estrés, comer bien, tener un sueño reparador, hacer ejercicio diariamente y estimular de la memoria. El estrés es perjudicial para nuestra mente, ya que la satura de informaciones y tensiones que limitan su capacidad. Comer bien, con una dieta equilibrada baja en grasas y rica en legumbres, frutas y verduras es la fuente de la salud física y mental. Dormir bien es imprescindible para que nuestra mente descanse y se recupere de las obligaciones intelectuales del día. El ejercicio físico oxigena nuestro cerebro, le proporciona reposo y le permite renovar energías. Por último, a la memoria se la estimula con trabajo específico para lograr objetivos. Una mente estimulada es una mente que responderá con creces a nuestras exigencias intelectuales.
* Zumo de uva, arándanos y Romero y Salvia. Unas onzas de zumo de uva mejora un 20% nuestra memoria; gracias a la gran cantidad de antioxidantes. Comer unos cuantos arándanos durante el día puede ser muy positivo, ya que contiene un químico que mejora nuestra memoria. El Romero y la Salvia, en infusión o en el ambiente, estimulan el centro de la memoria del cerebro.
* Cualquier ejercicio es vital para oxigenar nuestra mente. Correr, saltar, bailar o hacer cualquier actividad que haga que nuestro pulso se acelere, hará que el oxígeno llegue rápidamente al cerebro y construya nuevas células en la región relacionada con la memoria.
* Siestas y técnicas de relajación como el yoga. Pequeñas siestas de máximo 20 minutos durante el día son muy beneficiosas, ya que ayudan a retener casi el doble de la información aprendida en el día. Yoga, meditación u otras maneras de desestresarnos son maneras de evitar que el cerebro active una enzima que ocasiona problemas en la memoria a corto plazo.
* Una vida social activa, con conversaciones habituales. Un estudio demostró que las personas que se socializan de manera regular obtienen mejores resultados en pruebas de la memoria. Participar en conversaciones es un buen ejercicio para el cerebro.
* Ejercitar los ojos con movimientos laterales. Mover los ojos de lado a lado durante 30 segundos cada mañana puede mejorar nuestra memoria un 10%, ya que estos movimientos obliga a las dos partes del cerebro a trabajar en armonía.
* Entretenimiento diario (crucigramas, puzzles, sudokus, etc.). Los pasatiempos de los periódicos o de las revistas especializadas, las actividades memorísticas o cualquier sistemático ejercicio son fundamentales para el desarrollo activo de nuestra mente. Desde sumar mentalmente los números de las matrículas, hasta memorizar los nombres de las calles paralelas entre sí de un barrio, pasando por retener un poema, son ejercicios creativos que nos permitirán desarrollar las posibilidades de la mente. Evidentemente, cada persona puede escoger la forma de adiestrarla, la que crea que le puede ser más útil; no obstante, son muy recomendables los crucigramas y los sudokus, ya que obligan a trabajar nuestro cerebro y mejoran la actividad mental.
* La repetición es la madre de la memoria. Si queremos retener algo, necesitamos repetirlo conscientemente, Es tan sencillo como leer varias veces un pasaje de un libro y, después de leído, repetirlo con nuestras propias palabras sin mirarlo. Este ejercicio es muy saludable para mejorar nuestra memoria y dotarla de capacidad de retención, ya que si al repetirlo a nuestra manera comprobamos que dista mucho del original, volveremos a leerlo con atención, especialmente los fragmentos más oscuros.
* No se puede aprender una lección si no se ha leído, como mínimo, tres veces. Intentar aprender una lección escolar o académica en una sola ojeada es un privilegio exclusivo de muy pocas personas. Por lo general, para retener una lección se necesitan varias lecturas conscientes. Para algunos puede ser tres veces; para otros, más; pero por lo general son aconsejables un mínimo de tres lecturas, aparte del repaso concreto de algunos párrafos o conceptos.
* Copiar literalmente. Cuando necesitamos aprender bien unos conceptos es muy útil copiar en papel exactamente los datos o la parte que queremos retener. La copia literal nos permite emplear varias funciones del cerebro: la que lee para copiar; otra, la que lee lo que escribe; y la que lee lo escrito. Son tres pasos que nos permiten asentar un texto correctamente.
* Copiar resumiendo. Parecido al anterior punto, la diferencia con aquél es que en éste no se copia literalmente, sino que se resume para expresar con las propias palabras lo que se está aprendiendo. Esta modalidad proporciona una interiorización más conceptual que literal, lo que permite retener mejor los conceptos generales y la sedimentación del contexto.
* Escribir en carteles las definiciones de fórmulas o conceptos que debamos aprender. Podemos escribir con un rotulador en una cuartilla los conceptos que nos interese memorizar, poniendo las cuartillas en lugares visibles de la casa, como en la nevera, en el espejo del lavabo o en la puerta de un armario. Al realizar las tareas habituales de la casa, los carteles, al estar en lugares estratégicamente visibles, nos ayudarán a ir reteniendo las definiciones o las fórmulas.
* Visualizar o convertir en imágenes. Todos recordamos antes una imagen de televisión o cine que un texto. Asociar los conceptos a aprender con una imagen es una manera muy útil para recordarlos. Por ejemplo, si debemos memorizar un número de teléfono que empieza por 666, podemos asociarlo a la marca bíblica de la bestia, que es el 666. Si los siguientes dígitos son, por ejemplo, 24 31 12, tenemos tres muletas visuales que nos pueden ayudar determinantemente. El 24 podemos memorizarlo pensando en la cena de la noche de Navidad; el 31 pensando en la fiesta de fon de año; y el 12, una docena de huevos.
* Repetición en voz alta. Cuando dejamos un coche en un parking y bajamos de él, habitualmente hacemos una mirada rápida y decimos ‘ya me acordaré!’. Pero cuando volvemos no nos acordamos. ¿Por qué? Porque hemos creído que con solo mirarlo sería suficiente; mientras lo que debíamos haber hecho es buscar alguna pista distintiva de recuerdo y repetirla. Por ejemplo, estoy en la verde 16. Verde 16. Sólo así lo retendremos. Si no, más adelante será imposible recuperar el recuerdo, hagamos lo que hagamos. Repetir en voz alta lo que estamos guardando en la memoria puede ser de gran ayuda en muchas facetas de la vida diaria.
* Almacenar los conceptos por asimilación de ideas. Otro truco útil es la asociación. La memoria cerebral es una memoria asociativa, puesto que retiene asociaciones de información: la imagen de cada uno de nuestros amigos es asociada, en alguna parte de nuestro cerebro, a un nombre. Otra opción para recordar el nombre de una persona es asociarla con un conocido o familiar que tenga el mismo nombre. En realidad es un juego para nuestra mente, que le permite encontrar atajos válidos para llegar con más celeridad al nombre deseado.
* Establecer jerarquías. Un ejemplo, si hoy me tengo que acordar de recoger a los niños, de bajar la basura y de enviar un e-mail, no puedo dar el mismo grado de importancia a todos. Hay que categorizar las tareas porque si no nos pondrán nerviosos y empezaremos a creer que tenemos mala memoria. Establecer un orden de lo que hay que acordarse, con sus preferencias e importancia, nos ayudará a recordar mejor todas las cosas.
* Eludir el autoconvencimiento negativo del olvido. En realidad, el autoconcepto negativo también perjudica la memoria. Nos lleva a estar más pendientes del fracaso que de la correcta codificación de la información. Es preferible y más saludable para la mente pensar que un olvido lo puede tener todo el mundo a suponer que estamos teniendo un principio de Alzehimer.
©2010 Josep Marc Laporta
Gracias por ayudarme a mejorar mi memoria. Buenas tecnicas y buenas ayudas.
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