Formulada como pregunta, ¿padres o amigos?, el epígrafe nos presenta un dilema de las sociedades contemporáneas, el de alterar los roles tradicionales de la relación paterno/filial. Más de una vez habremos escuchado por algún padre la afirmación ‘yo soy amigo de mi hijo, para nada soy padre; incluso hasta me llama por mi nombre’. La expresión denota todo un cambio en la manera de educar y relacionarse. Los tiempos parecen haber cambiado hasta llegar a afectar la forma de relacionarse padres e hijos, incluyendo el tratamiento, la disposición, la familiaridad o los roles de respeto o consideración.
Hace años, a los padres se le trataba de usted. Hoy en día se ha perdido este protocolo verbal de respeto, determinando el tuteo como la forma más natural y habitual. En las nuevas generaciones de las últimas tres décadas ya nadie llama de usted a su padre o madre. ¿Se han perdido las formas? ¿Han cambiado los roles? ¿Es una nueva manera de educar? ¿Los hijos son realmente y exclusivamente amigos? ¿Ha cambiado la familia tradicional? Ser padres o colegas, ésta es la cuestión.
Habitualmente tendemos a confundir lo que significa ser amigo y lo que es ser padre o madre. Una auténtica amistad sólo se puede dar entre personas adultas. Para ser amigo de alguien es necesario una misma o parecida capacidad de afinidad social y adultez. La edad común cuenta mucho para establecer las relaciones sociales, porque dos personas no pueden establecer lazos sólidos y cómplices si distan excesivamente una de otra en los años. Aún así, sí que se pueden dar buenas relaciones de amistad entre personas de diferente edad, incluso si una es joven y la otra ya es anciana, porque la adultez es el vínculo básico de la correspondencia. Lógicamente, entre un niño y su padre o madre no es tan factible la amistad tal y como la entendemos desde la adultez, además porque existen otros condicionamientos tutelares que marcan la relación y su desarrollo. Un niño necesita parámetros y guías para su crecimiento que sólo un tratamiento desde la paternidad —que tutele , cuide y dirija—, puede otorgar.
No obstante, hay que apuntar que en la relación padre/hijo también existe el componente de la amistad. Evidentemente, no será como entre dos adultos, pero sí que se puede forjar un sentido de complicidad emotivamente fuerte y estable como para que en el futuro, cuando ambos sean mayores, se pueda desarrollar una profunda amistad. Es decir, la relación que existe entre un padre/madre y el hijo —en la edad que éste es niño o adolescente—, será una amistad con otros condicionantes, ya que la tutoría implica una constante educación y dirección que impide una correlación de paridad relacional.
Ser padres implica educar entre límites productivos y positivos. Ser amigos de los hijos —en un alarde de acercarse a ellos de una forma más cercana e informal—, puede ser una manera de obviar ciertas responsabilidades que son consustanciales con la naturaleza de la paternidad. Enseñar, velar por los hijos, cuidarlos, educarlos en valores y supervisar su aprendizaje de la vida, es más que ser simplemente amigos o colegas.
La relación entre hijos y padres puede ser maravillosa si se basa en los roles del respeto y amor, de la disciplina productiva o positiva, de la amistad en progresión. En el futuro, cuando los niños sean adultos y tengan su independencia, es muy probable que entre hijos y padres crezca una relación de verdadera amistad, forjada en la niñez. Es otra etapa de la vida en la que sí puede existir una complicidad plena, siendo amigos, con una comunicación fluida.
Algunas ideas para padres que deseen llegar a ser buenos amigos de sus hijos
* Educar en valores, en disciplina productiva, en respeto y amor. Nada mejor que una educación equilibrada, en la que los hijos no acampen a sus anchas, pero que tampoco tengan todo tipo de restricciones y controles. La libertad y la responsabilidad van de la mano.
* Confiar pequeñeces, asuntos que puedan conocer y aprender, para que paulatinamente aprendan a valorar su importancia. Una futura y completa amistad de adultos comienza en confiar algunas cosas personales que el niño pueda conocer y entender. En cada etapa se pueden confiar asuntos, personales o no, que signifiquen cercanía, complicidad y buena comunicación. Poco a poco será recíproca.
* Enseñarles que decir papá o mamá identifica adecuadamente el tipo de relación que la naturaleza ha otorgado. Algunos padres optan que sus hijos les llamen por el nombre, obviando la nomenclatura más familiar, cercana y afectiva. Otras veces, los niños toman esa costumbre por decisión propia. No obstante, se pueden usar indistintamente las dos formas, aunque la más bella es la que define el grado de proximidad familiar: mamá o papá.
* Establecer lazos de amistad a través de la dedicación y el tiempo. En la educación y en la amistad, nada tiene más valor que regalar tiempo. Los minutos y las horas que compartimos con los hijos serán recibidos como oro en paño, dando fruto a su tiempo.
©2010 Josep Marc Laporta