Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· El síndrome de Peter Pan

“No quiero ir al colegio y aprender cosas serias. Nadie me atrapará, señora mía, y hará de mí un hombre. Quiero ser siempre un niño y divertirme”. James M. Barrie escribió estas palabras en ‘Peter Pan o el niño que no quiere crecer’. Desde que en 1983 el psicólogo Dan Kiley habló por primera vez de este fenómeno inspirándose en la obra de James M. Barrie de 1904, el síndrome de la inmadurez ya tiene nombre: el síndrome de Peter Pan.

Cuando alguien tiene miedo a asumir compromisos y responsabilidades, echa culpa a los demás de sus fracasos, rechaza el esfuerzo, tiene poca resistencia a la frustración y se centra en la búsqueda obsesiva del placer individual, entonces se puede decir —por lo general— que está sufriendo este trastorno psicológico. Algunos estudios estiman que, en las sociedades del bienestar, el 50% de los hombres de entre 20 y 40 años, potencialmente, encaja en este perfil de adulto inmaduro que se niega a crecer.

A título de ejemplo y como dato complementario, en la actualidad existen más televidentes de 18 a 39 años siguiendo los programas de dibujos animados (Cartoon Network) que las noticias de la CNN. Se podría decir que existe una nueva categoría de consumidores: los adultescentes (kidadults). No hace tanto tiempo, sólo los niños jugaban con pistolas de juguete, leían tebeos, pasaban horas con los videojuegos y comían gominolas. Pero hoy en día no es extraño ver a personas adultas jugando al Paintball o leyendo cómics. Desde 1990, el promedio de edad de los jugadores de consolas ha pasado de 13 a 29 años. Es incuestionable que estos cambios se deben al estilo de vida de las últimas décadas, donde el trabajo ya no supone una carga física, se sigue una mejor alimentación, se hace más ejercicio, los fármacos son más eficaces, etc. Todo esto hace que se viva más años y en mejor salud, por lo tanto, la juventud, desde un punto de vista biológico ahora se puede prolongar.

Pero el factor fisiológico por sí solo no basta para explicar un fenómeno tan extendido. Los medios de comunicación, las películas y las series, en la medida en que enfatizan sólo los aspectos más superficiales de la persona (el aspecto físico, la juventud, la belleza), están idealizando una etapa determinada de la vida —la juventud— en perjuicio de las demás. En la actualidad, la estructura social entorpece el proceso que debería llevar a la madurez. Por ejemplo, en algunos países, el periodo que se dedica a los estudios se ha alargado hasta llegar casi al umbral de los 30 años. Todo ello prolonga la adolescencia-juventud psicológica, dando lugar retrasos sociales como la emancipación, la independencia, el quedarse en casa con los padres y el asumir ciertas responsabilidades.

Hace años, en España, los jóvenes salían de casa cuando se casaban, en edad más temprana que la actual, y así estaban obligados a alcanzar cierto grado de autonomía. Ahora, en cambio, la permanencia en el hogar se eterniza. También, la reciente evolución socioeconómica ha propiciado un entorno favorable a Peter Pan. La progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral ha acentuado la desorientación del hombre, que se queda sin sus referentes habituales, como la autoridad familiar, y le invita a refugiarse en la infancia. Por otro lado, el consumo hedonista y compulsivo en las últimas décadas ha fomentado la idea de que para ser feliz, uno necesita consumir cosas que le produzcan placer, una conducta que es muy característica del comportamiento infantil.

Un último dato a tener en cuenta es la educación permisiva, que ha reforzado la carencia afectiva de los adultos de hoy, que han crecido en la bonanza económica, sin autoridad y disciplina. De esta manera, los hijos de la sociedad del bienestar valoran menos el esfuerzo. Alguna vez habremos escuchado a madres intentando demostrar todo el cariño que sienten por sus hijos afirmando: ‘todo lo que pueda evitarle a mi hijo, por supuesto que se lo evitaré; todo lo malo, todos los trabajos, todas las penalidades, todas las carencias que pueda evitarle, se las evitaré’. Lejos de ser una actitud correcta y saludable, en realidad convierte al joven en una persona con baja tolerancia a la frustración.

Pero es importante señalar que el síndrome de Peter Pan provoca otra actitud cuando se está en pareja, el llamado síndrome de Wendy. Es decir, una actitud de resignación que suelen adoptar las mujeres que tienen a un Peter Pan como pareja. Toleran al hombre inmaduro, justifican sus excesos y se ponen a su servicio como si fueran sus madres. En realidad, se vuelven madres, propiciando e incitando a la pareja a proseguir con la actitud de hijo y la consiguiente persistencia en la inmadurez. Es evidente que no satisfacerlo en todas sus actitudes infantiles es una idónea manera para frenar el alcance ruinoso de los dos síndromes (Peter Pan y Wendy).

Para entender cómo solucionar o corregir este trastorno, es necesario entender un concepto de la personalidad. A nivel psicológico, todas las personas poseen tres elementos que actúan entre sí y que determinan el comportamiento: el Padre, el Adulto y el Niño. Si la persona siempre hace caso al Padre, que aporta las normas de conducta, será una persona frustrada y reprimida por hacer siempre lo que debe y nunca hará lo que quiere o íntimamente desea. Pero si el individuo siempre hace caso al Niño, será una persona frívola e inmadura que, por hacer siempre lo que le plazca, nunca hará lo que debe. Pero en cambio, la persona madura es la que tiene el componente de Adulto desarrollado, que le permite satisfacer los deseos del elemento Niño sin entrar en conflicto con las normas impuestas por el elemento Padre.

Cómo dejar de ser un Peter Pan

* Identificar si se tiene el síndrome de Peter Pan. Las siguientes preguntas nos pueden ayudar a determinarlo: ¿Recibo quejas de mi entorno porque consideran que soy excesivamente egoísta? ¿Aparento cosas que no son o exagero mis méritos? ¿Quiero ser querido pero al mismo tiempo me canso de las relaciones amorosas? ¿Me malhumoro cuando no puedo satisfacer mis necesidades? ¿Aspiro a estar siempre en el centro de atención? ¿Me resulta difícil satisfacer los compromisos que anteriormente he aceptado? ¿En las reuniones sociales me gusta flirtear a pesar de que ello pueda incomodar a mi pareja? ¿Estoy muy pendiente de la aceptación de los demás? ¿Culpabilizo a otros en lugar de resolver mis problemas? ¿Prefiero hacer lo que me gusta en lugar de lo que debo? ¿Incumplo compromisos que he aceptado previamente? Si a la mayoría de estas preguntas se da una respuesta positiva, entonces hay grandes probabilidades de ser un Peter Pan.
* Aceptar que se es inmaduro y que se precisa un cambio. Muchas veces es difícil reconocer cómo somos y aceptar nuestras carencias, pero no puede haber cambios positivos si previamente no existe un pleno reconocimiento ajustado a la realidad. Reconocer es el primer paso para asumir la verdadera situación y buscar opciones de solución.
* Dejar de idealizar la adolescencia o la juventud como la mejor etapa en la que se disfruta, en la que todo son ventajas y diversión. Los juegos y el entretenimiento de las edades tempranas permiten crecer y probar nuestras capacidades de adaptación a la sociedad. La niñez o la adolescencia son etapas de ensayo, con tentativas de juego e imitación y sin ser la auténtica realidad, pero que ayuda a probarnos para asumir, más tarde, otros roles de adulto. En contra de lo que se cree, en la adultez existen muchos más elementos de disfrute y diversión que en la niñez o la adolescencia, ya que una madurez saludable aporta nuevas emociones, porque ya no es un simple juego e imitación sino una completa realidad.
* Asumir que se es más feliz siendo integralmente Adulto que Niño. A veces creemos e idealizamos que la verdadera felicidad radica en la niñez y no en la etapa adulta. Pero es una equivocación, porque, sin duda, un adulto que asume todas sus responsabilidades y triunfa sobre ellas recibe mucha más satisfacción que el niño que solamente juega y maneja situaciones ingenuas y no reales. La tarea o el trabajo bien hecho, la superación personal y la seguridad que aporta el esfuerzo recompensado, ofrece muchas más sensaciones satisfactorias y de felicidad íntima que el juego infantil. La gratificación del perfil Adulto es muy superior a la del Niño, ya que implica un desarrollo personal.
* Madurar paulatinamente y progresivamente, dejando el elemento de Niño para asumir el de Adulto. El peligro de seguir siendo Niño es que el juego y el hedonismo pueden llegar a invalidarnos para cualquier actividad de la vida. Mientras continuamos jugando, lo real pasa por delante de nuestros ojos (ya sea en la pareja, familia, trabajo, etc.) sin disponer de pleno control y dirección sobre ello. Para madurar, el objetivo es sustituir la satisfacción de Niño por la de Adulto, de manera consciente, y tomando paulatina y progresivamente actitudes que resuelvan satisfactoriamente las preguntas del primer enunciado de esta sección. Por ejemplo: ¿Recibo quejas de mi entorno porque consideran que soy excesivamente egoísta? La pauta a seguir sería tomar conciencia de las actitudes egoístas e ir rectificando una a una, asegurando cada detalle. Otro ejemplo: ¿Aparento cosas que no son o exagero mis méritos? El camino a tomar sería identificar las cosas que se aparentan, enmascaran o fingen y tomar actitudes cien por cien verídicas y genuinas.
* Madurar implica pasar por algún mal momento, por lo que crecer es un reto y un desafío. Al principio es posible que aparezcan miedos y temores a no saber dar los pasos adecuados y caer en el fracaso. Pero no hay prisa, nadie nos va a cambiar sin nuestra participación. Cuando en el proceso de mejora las cosas no van como quisiéramos, siempre existe una nueva oportunidad para rectificar y volver a empezar.
* Desde un supuesto síndrome de Wendy de la mujer (pareja), no amparar ni fomentar la actitud de Peter Pan en el hombre. En el caso de que la mujer sea consciente de que está actuando con el síndrome de Wendy con respecto a su pareja, es necesario rectificar actitudes, como no tolerar al hombre inmaduro, no justificar sus excesos ni ponerse a su servicio como si fuera la madre. También es conveniente no satisfacerlo en todas sus actitudes infantiles y caprichosas, ejerciendo una iniciativa activa y consciente, actuando desde el elemento Adulto. Es evidente que todo ello es mejor hacerlo desde la comunicación y el entendimiento entre ambos.
* La prevención en los niños es vital para prevenir el síndrome de Peter Pan. Un adulto puede actuar contra el síndrome de Peter Pan educando al niño en los hábitos positivos, la independencia e interdependencia, la autoestima y la seguridad personal. La educación que se centra en un excesivo cuidado, protección y provocación a miedos y peligros, habitualmente genera personas adultas con perfil de Niño. Desde muy temprana edad es conveniente educar en responsabilidad, concediendo áreas de exigencia personal y madurez en cada etapa, entrenando el juicio, la prudencia, la cordura, el equilibrio, el esfuerzo continuado y otros ámbitos de responsabilidad e iniciativa. Un ejemplo: a un adolescente de 12 años no se le puede decir por primera vez que se haga la cama, cuando debería haber aprendido este hábito a los cinco o seis años. Sin lugar a dudas, una educación responsable implica que a los cinco o seis años un niño ya está perfectamente capacitado para asumir esta responsabilidad con la cama. Y así con otras responsabilidades. Por ello, es bueno enseñar a los niños a negociar para saber qué es lo que les conviene, al igual que educar a velar por el propio dinero para que aprendan a ahorrar y a priorizar. También es saludable contribuir a que tomen actitudes de responsabilidad con respecto al sueño y el despertar, para que asuman los horarios como parte del crecimiento personal. No obstante, es importante tener en cuenta que un déficit afectivo, un déficit escolar y una educación permisiva, son los orígenes de una personalidad Peter Pan.

©2010 Josep Marc Laporta
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