Desde hace más de una década, Internet ha cambiado o alterado determinante las formas de comunicación social. Las relaciones humanas e incluso los roles sociales han variado sustancialmente con la llegada de la red de redes, donde de manera anónima millones de personas pueden relacionarse entre ellas sin obstáculos ni limitaciones. Las relaciones que antes se fraguaban presencialmente y tras días o semanas de conversación, ahora son tan rápidas y veloces que incluso se pueden crear y constituir en tan sólo un día o dos días, sin nunca antes haberse visto y sin la previa presentación por una tercera persona.
La relaciones por Internet, con los ciberespacios, las comunidades virtuales, las páginas de contactos y los chats, son espacios virtuales donde prácticamente siempre se establecen conversaciones con auténticos desconocidos, pero con una franqueza y cordialidad sorprendentes. Nunca antes las relaciones humanas habían estado tan libres e independientes. Nunca antes en tan sólo un clic de ratón se podía contactar tan fácilmente con tantos semejantes. Nunca antes había sido posible conversar con dos o tres personas a la vez y, al mismo tiempo, establecer ciertos lazos afectivos. Sin duda, las redes sociales han multiplicado por mil las posibilidades de relación, de amistad y, también, de enamoramiento.
A día de hoy, miles de personas se conocen fugazmente por Internet y, al mismo tiempo, llegan a enamorarse en un muy breve espacio de tiempo. Nunca antes se había dado tal circunstancia. Estadísticas y sondeos fiables apuntan a que, en la actualidad, una de cada cuatro personas se ha enamorado tras una primera presentación por la red. No significa que se enamoren directamente al chatear, sino que el primer contacto se realiza a través de una página de contactos o chat social. No obstante, otros muchos cibernautas han sentido agradables sensaciones pseudoamorosas o creído enamorarse tecleando palabras frente a una pantalla, con la colaboración de algunas fotografías y una cámara web.
Pero ¿nos podemos enamorar a distancia por Internet? ¿Puede existir flechazo conociéndose solamente a través de un chat y sin ninguna cita personal? ¿Es posible amar de repente a alguien que nunca antes hemos visto? ¿Es factible enamorarse por medio de una conversación escrita, con algunas fotos e imágenes de un único plano en movimiento?
Podríamos decir que sí y también que no. En realidad, los seres humanos somos tan sociables y necesitamos tanto tener y disponer de relaciones significativas y trascendentes, que muchas veces nos inducimos a enamorarnos intuitivamente; es decir, enamorarnos por aproximación y por el deseo de cubrir un vacío amoroso de carácter existencial. Algunas veces, la soledad propia y la necesidad de compañía amorosa es tanta que se proyecta hacia esa otra persona que se muestra más o menos cercana y próxima detrás de una pantalla; y surge un intuitivo sentido de enamoramiento, pero que en realidad tan sólo es la proyección de una necesidad propia y existencial.
El anonimato análogo, con dos sujetos desconocidos entre sí, sentados delante de un teclado, frente a una pantalla y con una misma visión de lo que ambos escriben, genera y refuerza una cierta complicidad que invita a expresarse con libertad desinhibida. Es un silencio de teclas y miradas sin verse, con muecas de sonrisa y dedos expresivos que se desnudan esperando alguna comprensión y afectos anónimos. En realidad, es la desinhibición de algunos sentimientos y afectos, buscando pasar un buen rato y, si se tercia, mejores complicidades. El secreto de las redes sociales reside en ello.
Es por ello que a través de Internet es posible ‘enamorarse’ de un desconocido con quien se entabla una agradable conversación, básicamente por la imperiosa necesidad de ser escuchado, comprendido y querido. El ser escuchado y comprendido de manera anónima genera el espacio y el estado ideal para que la afectividad encuentre su reposo amoroso. Es indudable que las innumerables posibilidades de contacto que la red ofrece provoca mayor facilidad de relación, generando muchas más posibilidades de recibir lo que en realidad se está deseando y proyectando en la otra persona.
No obstante, es necesario tener en cuenta que las personas somos, por naturaleza, multifacéticos, con varias caras en nuestra forma de ser, de pensar y de actuar. La faceta que muestra una persona en el chat, con lo que dice a larga distancia y con los gestos a través de una cam, es sólo eso: una faceta de tantas que tiene. El tratar a una persona presencialmente, hablando frente a frente, tomando un café, es muy diferente al conversar con la misma persona por chat en Internet. Evidentemente, muchas otras facetas importantes de la persona se descubren simplemente al conversar en vivo y en directo.
El juego del amor y la suerte con las relaciones amorosas que empiezan a larga distancia por Internet dependerá de que el ‘rostro personal’ que presentamos en la red tenga congruencia con la mayoría de facetas restantes. Por ejemplo, una persona que por el chat se muestra divertida y muy conversadora no querrá decir que en persona sea divertida y conversadora. Podría ser que una persona extremadamente extrovertida en el chat pudiera estar escondiendo su auténtica forma de ser, utilizando la conversación escrita como una manera de interesar, agradar y cautivar.
Para no llamarnos a engaño ni perder el tiempo en situaciones desagradables que más tarde pudieran llevarnos a mayores problemas afectivos, es conveniente tener en cuenta una serie de ideas y conceptos en las relaciones o impulsos amorosos por Internet.
Ideas para no caer en una trampa amorosa
* Las relaciones amorosas nacen del buen conocimiento entre dos personas. Raramente el desconocimiento lleva al amor. Más bien, el no conocerse suficientemente invita a idealizar y sublimar excesivamente a la persona que decimos amar y al amor. Por lo tanto, para enamorarse y amar bien, hay que conocer bien.
* Las palabras escritas y recibidas en una conversación de chat son una milésima parte de la realidad de la otra persona. Somos multifacéticos, con muchas caras y aristas, y nunca mostramos todas ellas; y ni mucho menos lo hacemos en un chat donde unas frases no pueden dar la auténtica medida de lo que en verdad somos.
* Las relaciones virtuales acostumbran a ser platónicas, porque no se puede satisfacer el deseo de una forma plena. A diferencia de las relaciones presenciales, las relaciones virtuales se basan, en gran medida, en la idealización del otro sujeto, por lo cual se convierten en platónicas. El proceso de enamorarse y amar plenamente implica conocerse, satisfacer y satisfacerse integralmente en el mutuo conocimiento y presencia..
* Tener en cuenta que las páginas de contactos son básicamente anónimas y que detrás del anonimato pueden existir mentiras y medias verdades. Los chats de encuentros y contactos están repletos de personas anónimas, que pueden contar historias anónimas y que usualmente pueden no decir la verdad o toda la verdad.
* El anonimato de las relaciones virtuales facilita la expresión de los sentimientos y los deseos. Que nuestro interlocutor sea una persona sin nombre, sin identidad, que está en la misma situación que quien lo busca, es decir, sentado frente a un teclado y una pantalla, confiere un elemento más de igualdad y aproximación. Así que sincerarse es más factible y también se pueden generar intensas complicidades que pueden provocar un emotivo pero insustancial enamoramiento.
* En una relación presencial cuentan las personas (además de la relación); pero en una relación virtual sólo cuentan las relaciones. Esta diferencia nos permite entender que en las conversaciones virtuales adquieren más importancia los elementos de la relación (el medio, las condiciones o la frecuencia), mientras que en la relación presencial las personas adquieren más valor o todo su valor. Así podemos entender que enamorarse sana y maduramente dependerá más de una relación presencial que de una relación virtual.
* Durante una relación a distancia por chat y en el caso de interés hacia la otra persona y ante una sensación de cierto enamoramiento o gran proximidad afectiva, propiciar cuanto antes el encuentro presencial. Cuando las cosquillas aparecen en el estómago indicando un afecto que va más allá de la amistad cibernética, es conveniente acelerar el encuentro presencial para conocerse y comprobar hasta qué punto la idealización y el deseo se corresponde con la realidad. No es aconsejable demorar el encuentro porque sino se podrían generar afectividades amorosas excesivamente basadas en una sola cara o faceta de la otra persona.
* Enamorarse sólo es el principio del amor. La finalidad de una relación afectiva no es sólo enamorarse, sino amar. Para enamorarse no es imprescindible conocer bien a la otra persona, pero para amar sí que es imprescindible profundizar, por lo tanto se requiere tiempo, espacio y presencia continuada. No obstante, ello no significa que enamorarse no sea bueno; al contrario, es maravilloso. Sin embargo es sólo el principio.
Nos enamoramos cuando conocemos a alguien por quien nos sentimos atraídos y dejamos caer frente a él o ella las barreras que nos separan de los demás। Amamos cuando impulsados por la atracción y el deseo, ponemos en una balanza lo bueno y lo malo de esa persona y decidimos entregarnos integralmente। El enamoramiento es un paso inconsciente; el amor es una decisión consciente।
La relaciones por Internet, con los ciberespacios, las comunidades virtuales, las páginas de contactos y los chats, son espacios virtuales donde prácticamente siempre se establecen conversaciones con auténticos desconocidos, pero con una franqueza y cordialidad sorprendentes. Nunca antes las relaciones humanas habían estado tan libres e independientes. Nunca antes en tan sólo un clic de ratón se podía contactar tan fácilmente con tantos semejantes. Nunca antes había sido posible conversar con dos o tres personas a la vez y, al mismo tiempo, establecer ciertos lazos afectivos. Sin duda, las redes sociales han multiplicado por mil las posibilidades de relación, de amistad y, también, de enamoramiento.
A día de hoy, miles de personas se conocen fugazmente por Internet y, al mismo tiempo, llegan a enamorarse en un muy breve espacio de tiempo. Nunca antes se había dado tal circunstancia. Estadísticas y sondeos fiables apuntan a que, en la actualidad, una de cada cuatro personas se ha enamorado tras una primera presentación por la red. No significa que se enamoren directamente al chatear, sino que el primer contacto se realiza a través de una página de contactos o chat social. No obstante, otros muchos cibernautas han sentido agradables sensaciones pseudoamorosas o creído enamorarse tecleando palabras frente a una pantalla, con la colaboración de algunas fotografías y una cámara web.
Pero ¿nos podemos enamorar a distancia por Internet? ¿Puede existir flechazo conociéndose solamente a través de un chat y sin ninguna cita personal? ¿Es posible amar de repente a alguien que nunca antes hemos visto? ¿Es factible enamorarse por medio de una conversación escrita, con algunas fotos e imágenes de un único plano en movimiento?
Podríamos decir que sí y también que no. En realidad, los seres humanos somos tan sociables y necesitamos tanto tener y disponer de relaciones significativas y trascendentes, que muchas veces nos inducimos a enamorarnos intuitivamente; es decir, enamorarnos por aproximación y por el deseo de cubrir un vacío amoroso de carácter existencial. Algunas veces, la soledad propia y la necesidad de compañía amorosa es tanta que se proyecta hacia esa otra persona que se muestra más o menos cercana y próxima detrás de una pantalla; y surge un intuitivo sentido de enamoramiento, pero que en realidad tan sólo es la proyección de una necesidad propia y existencial.
El anonimato análogo, con dos sujetos desconocidos entre sí, sentados delante de un teclado, frente a una pantalla y con una misma visión de lo que ambos escriben, genera y refuerza una cierta complicidad que invita a expresarse con libertad desinhibida. Es un silencio de teclas y miradas sin verse, con muecas de sonrisa y dedos expresivos que se desnudan esperando alguna comprensión y afectos anónimos. En realidad, es la desinhibición de algunos sentimientos y afectos, buscando pasar un buen rato y, si se tercia, mejores complicidades. El secreto de las redes sociales reside en ello.
Es por ello que a través de Internet es posible ‘enamorarse’ de un desconocido con quien se entabla una agradable conversación, básicamente por la imperiosa necesidad de ser escuchado, comprendido y querido. El ser escuchado y comprendido de manera anónima genera el espacio y el estado ideal para que la afectividad encuentre su reposo amoroso. Es indudable que las innumerables posibilidades de contacto que la red ofrece provoca mayor facilidad de relación, generando muchas más posibilidades de recibir lo que en realidad se está deseando y proyectando en la otra persona.
No obstante, es necesario tener en cuenta que las personas somos, por naturaleza, multifacéticos, con varias caras en nuestra forma de ser, de pensar y de actuar. La faceta que muestra una persona en el chat, con lo que dice a larga distancia y con los gestos a través de una cam, es sólo eso: una faceta de tantas que tiene. El tratar a una persona presencialmente, hablando frente a frente, tomando un café, es muy diferente al conversar con la misma persona por chat en Internet. Evidentemente, muchas otras facetas importantes de la persona se descubren simplemente al conversar en vivo y en directo.
El juego del amor y la suerte con las relaciones amorosas que empiezan a larga distancia por Internet dependerá de que el ‘rostro personal’ que presentamos en la red tenga congruencia con la mayoría de facetas restantes. Por ejemplo, una persona que por el chat se muestra divertida y muy conversadora no querrá decir que en persona sea divertida y conversadora. Podría ser que una persona extremadamente extrovertida en el chat pudiera estar escondiendo su auténtica forma de ser, utilizando la conversación escrita como una manera de interesar, agradar y cautivar.
Para no llamarnos a engaño ni perder el tiempo en situaciones desagradables que más tarde pudieran llevarnos a mayores problemas afectivos, es conveniente tener en cuenta una serie de ideas y conceptos en las relaciones o impulsos amorosos por Internet.
Ideas para no caer en una trampa amorosa
* Las relaciones amorosas nacen del buen conocimiento entre dos personas. Raramente el desconocimiento lleva al amor. Más bien, el no conocerse suficientemente invita a idealizar y sublimar excesivamente a la persona que decimos amar y al amor. Por lo tanto, para enamorarse y amar bien, hay que conocer bien.
* Las palabras escritas y recibidas en una conversación de chat son una milésima parte de la realidad de la otra persona. Somos multifacéticos, con muchas caras y aristas, y nunca mostramos todas ellas; y ni mucho menos lo hacemos en un chat donde unas frases no pueden dar la auténtica medida de lo que en verdad somos.
* Las relaciones virtuales acostumbran a ser platónicas, porque no se puede satisfacer el deseo de una forma plena. A diferencia de las relaciones presenciales, las relaciones virtuales se basan, en gran medida, en la idealización del otro sujeto, por lo cual se convierten en platónicas. El proceso de enamorarse y amar plenamente implica conocerse, satisfacer y satisfacerse integralmente en el mutuo conocimiento y presencia..
* Tener en cuenta que las páginas de contactos son básicamente anónimas y que detrás del anonimato pueden existir mentiras y medias verdades. Los chats de encuentros y contactos están repletos de personas anónimas, que pueden contar historias anónimas y que usualmente pueden no decir la verdad o toda la verdad.
* El anonimato de las relaciones virtuales facilita la expresión de los sentimientos y los deseos. Que nuestro interlocutor sea una persona sin nombre, sin identidad, que está en la misma situación que quien lo busca, es decir, sentado frente a un teclado y una pantalla, confiere un elemento más de igualdad y aproximación. Así que sincerarse es más factible y también se pueden generar intensas complicidades que pueden provocar un emotivo pero insustancial enamoramiento.
* En una relación presencial cuentan las personas (además de la relación); pero en una relación virtual sólo cuentan las relaciones. Esta diferencia nos permite entender que en las conversaciones virtuales adquieren más importancia los elementos de la relación (el medio, las condiciones o la frecuencia), mientras que en la relación presencial las personas adquieren más valor o todo su valor. Así podemos entender que enamorarse sana y maduramente dependerá más de una relación presencial que de una relación virtual.
* Durante una relación a distancia por chat y en el caso de interés hacia la otra persona y ante una sensación de cierto enamoramiento o gran proximidad afectiva, propiciar cuanto antes el encuentro presencial. Cuando las cosquillas aparecen en el estómago indicando un afecto que va más allá de la amistad cibernética, es conveniente acelerar el encuentro presencial para conocerse y comprobar hasta qué punto la idealización y el deseo se corresponde con la realidad. No es aconsejable demorar el encuentro porque sino se podrían generar afectividades amorosas excesivamente basadas en una sola cara o faceta de la otra persona.
* Enamorarse sólo es el principio del amor. La finalidad de una relación afectiva no es sólo enamorarse, sino amar. Para enamorarse no es imprescindible conocer bien a la otra persona, pero para amar sí que es imprescindible profundizar, por lo tanto se requiere tiempo, espacio y presencia continuada. No obstante, ello no significa que enamorarse no sea bueno; al contrario, es maravilloso. Sin embargo es sólo el principio.
Nos enamoramos cuando conocemos a alguien por quien nos sentimos atraídos y dejamos caer frente a él o ella las barreras que nos separan de los demás। Amamos cuando impulsados por la atracción y el deseo, ponemos en una balanza lo bueno y lo malo de esa persona y decidimos entregarnos integralmente। El enamoramiento es un paso inconsciente; el amor es una decisión consciente।
©2010 Josep Marc Laporta