Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· La autoestima en los niños

La autoestima es la conciencia de lo que somos, del propio valor, del punto más alto de lo que somos y de nuestras responsabilidades, con determinados aspectos buenos y otros mejorables, y la sensación gratificante de querernos y aceptarnos tal y como somos por nosotros mismos y en referencia a nuestras relaciones. Es un espejo real que nos enseña, a través de nuestras experiencias y expectativas, cómo somos y qué habilidades tenemos. Es el resultado entre el temperamento del niño y el ambiente en el que se desarrolla.

La autoestima es un elemento básico en la formación de los niños. De ella dependerá su desarrollo en el aprendizaje, en las buenas relaciones, en las actividades y en la construcción de la propia felicidad. Cuando un niño adquiere una buena autoestima se sentirá competente, seguro y valioso. Será capaz de aprender con más facilidad, se dará cuenta de la importancia de aprender y probará nuevas actividades, y cuando necesite ayuda lo pedirá sin sentirse menos o en inferioridad de condiciones.

También será más responsable, se comunicará con más fluidez, tendrá comportamientos pro-sociales y se relacionará con los demás de una manera adecuada. Además, una buena autoestima permitirá al niño tener más confianza en sí mismo y en sus capacidades, no dejándose manipular por los demás. Sabrá reconocer sus errores, aprendiendo de ellos, será más sensible a las necesidades de los demás y, entre otros aspectos, estará más dispuesto a defender sus principios y valores.

Al contrario, el niño que tiene una baja autoestima no confiará en sus propias posibilidades ni en las de los demás. Se sentirá inferior ante otras personas y, en consecuencia, se comportará de una manera más tímida, más crítica, con poca creatividad, llegando a desarrollar, en muchos casos, conductas agresivas, alejándose de sus compañeros o familiares. Una autoestima baja puede tener una relación muy estrecha con problemas como la depresión, la anorexia, la timidez o el abuso de drogas.

La época en la que se plantan las bases de una buena autoestima es desde los nueve meses intrauterinos hasta los nueve extrauterinos. El afecto y deseo positivo materno y paterno se reflejará en el bebé de una manera exponencial. Por esta razón, desear plenamente la llegada de un bebé es primordial para una buena incentivación y motivación psicológica, pese a no haya nacido. Los 9 meses extrauterinos también son vitales, especialmente por la estimulación proporcionada por el contacto físico y sensorial entre padres y bebé, con la comunicación del cariño. La relación y el vínculo afectivo debe ser fluida y a menudo. A veces, los insistentes llantos solicitarán atención afectiva, especialmente cuando todas las necesidades fisiológicas han sido cubiertas convenientemente. Tenerlos en brazos y mostrarles afecto y atención les proporcionará mucha seguridad afectiva y alejará el miedo a ser abandonados.

La etapa que va desde los primeros nueve meses de vida hasta la adolescencia es primordial para plantar unas buenas basas de autoestima cognitiva. Todo lo que se construye en esta etapa es muy importante para el posterior desarrollo en la vida adulta, y puede sellar determinantemente su conducta y postura ante la vida. Un apoyo continuo y cuidadoso ayudará al niño a superarse con éxito.

Una de las etapas más críticas en el desarrollo de la autoestima es la adolescencia. El joven necesita forjarse una identidad firme y conocer a fondo sus posibilidades como individuo. También necesita la ayuda social por parte de otros valores que coinciden con los propios, dándose confianza hacia el futuro. No obstante, si durante la infancia ha desarrollado una buena autoestima, le será relativamente fácil superar las crisis y lograr la madurez.

Cómo descubrir una baja autoestima en un niño

* Cuando evita persistentemente actividades intelectuales, deportivas o sociales. El miedo al fracaso es uno de los aspectos característicos del niño con baja autoestima, por esto, muchas veces elude confrontarse con situaciones que contraigan riesgo para su frágil seguridad psicológica.
* Cuando engaña, miente o culpa a otros. Por no confiar suficientemente en sí mismo y en su capacidad, el niño inventa otras opciones o escenarios, en teoría más sencillos, para vencer la propia carencia.
* Cuando se muestra agresivo o violento y, en ciertas ocasiones, extremadamente tímido. Aparte de otros aspectos educativos, habitualmente este comportamiento es fruto de la incapacidad propia a enfrentarse de manera madura y estable con las dificultades. Consecuentemente, la actitud que le resulta más fácil y útil para hacerse notar y ser valorado es el comportamiento agresivo o violento.
* Cuando se niega a todo y se muestra frustrado ante de cualquier situación, o cuando la opinión ajena domina sus decisiones. Las consecuencias de la frustración pueden ser agresividad, tristeza, depresión e introversión.

Cómo estimular la autoestima en un niño

* Mostrarle confianza, tanto con palabras como con hechos. Actitudes demasiado exigentes de los padres hacia el niño hacen que éste se recluya en una urna de inseguridades donde no podrá saber con certeza lo que es ni lo qué no es. Esto hará que el niño no sepa cual es su valor real. La confianza, además de hacerlo sentir apreciado y bien, genera un estímulo positivo de seguridad.
* No criticarlo nunca. Las críticas y los insultos cortan el paso a una buena autoestima. Por ejemplo, en lugar de decir: ‘eres un desordenado, tienes tu habitación como un vertedero, es preferible decir: ‘tu habitación está desordenada, no me gusta ni es bueno este desorden’. Este tipo de mensaje le informará que lo que no nos gusta es el desorden de la habitación, no el niño. El siguiente mensaje debería ser una orden a recogerlo, pero sin incluir crítica ni desprecio.
* Educar al niño con límites concretos y claros, pero sin coacción agresiva. Es más fácil gritar: ‘recoge la habitación, que parece una vertedero infecto!’, que decir con tono tranquilo y sereno: ‘recoge la habitación; si no lo haces no podrás salir a jugar con tus amigos’. Si esta segunda orden es firme y sin vuelta atrás, capacitará al niño en los ‘límites productivos’, lo que le proporcionará una autoestima disciplinada.
* No culpabilizarlo nunca. Hacerle sentir culpable de algo que ha hecho mal es una actitud perversa que añade una nueva carga al propio error. En lugar de culpabilizarle por algo mal hecho, es mejor ayudarlo a que acepte positivamente la responsabilidad de la solución. Hacerlo culpable es hurgar en el error y en la herida; enseñarle a resolver el error es potenciar su autoestima.
* Incentivar al niño a que desarrolle sus responsabilidades. Es muy beneficioso crecer con la conciencia de que el compromiso y la responsabilidad son consustanciales con la vida. La autoestima saludable se entrena con actitudes responsables y constantes en el tiempo. Muchos casos de autoestima baja tienen como denominador común una carencia de responsabilidad como hábito.
* Enseñar al niño a resolver sus propios problemas y a aprender de sus errores de una manera positiva. La autoestima mejora cuando entrenamos las capacidades y salimos ganadores de la prueba. El niño debe sentir que un error puede ser transformado en un aprendizaje, y que el hábito de enfrentar un problema y solucionarlo lo hace más valioso, aumentando su autoestima.
* Reforzar con positivismo natural las conductas del niño. Ser positivos permite avanzar en la vida de una manera más plácida y con mejor estado general psicofísico. Habitualmente, el niño que tiene una autoestima baja es más negativo y responde con recelo y miedo a las iniciativas propuestas. Por ejemplo, cuando un niño está en casa haciendo los deberes del colegio, es mejor decirle con aprecio y naturalidad: ‘estás en el camino de conseguirlo; solamente que te fijes un poco, ya lo tienes hecho’, que decirle: ‘¿ya lo estarás haciendo bien?; no sé, no sé..., quizás sí...’. La primera fórmula anima y alienta; la segunda, incluye el mecanismo de la duda como un mecanismo desestabilizador de la autoestima.
* Conocer mejor el carácter del niño para ayudarlo de manera implicada. Para construir una buena autoestima en el niño se deben considerar factores como su temperamento, sus habilidades, debilidades, mecanismos de defensa, deseos y su nivel cognitivo। Cada niño es único, por esta razón se necesita conocer bien cómo es y cómo se comporta para ayudarlo mejor. No olvidemos que, especialmente en los niños, le importan mucho lo que se piense de ellos y la valoración que se haga de sus actitudes y forma de ser. Por esto es necesario conocer mejor a cada niño para no pronunciarnos de manera superficial y generalizada. Entender cómo es, facilitará la comprensión y aceptación, y nos ayudará a actuar con mayor vinculación y capacidad de ayuda.
©2009 Josep Marc Laporta
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