Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· El maltrato emocional en los niños

El maltrato emocional es el conjunto de actitudes y manifestaciones crónicas, habituales, persistentes y destructivas que amenazan el desarrollo psicológico del niño. Estas conductas incluyen insultos, desprecios, rechazo, indiferencia, confinamientos, amenazas o cualquier tipo de hostilidad verbal hacia el menor.

Durante los primeros años del niño, el maltrato emocional influye muy definitivamente en su formación psicológica hasta el punto de condicionar la autoestima, el aprendizaje, el comportamiento y las habilidades sociales.

El maltrato emocional es muy sutil, mucho más sutil que el físico, pero no menos doloroso. Mientras el físico es más directo y visible, y muchas veces intenta conseguir un cambio de comportamiento mediante un castigo aleccionador, el emocional incide más profundamente, y pese a que también intente producir un cambio de actitud, su incidencia tan sutil provocará sentimientos perdurables de humillación, desesperanza, inseguridad y baja autoestima.

Existen dos modalidades fundamentales de maltrato emocional. El activo, que humilla y rebaja al niño produciéndole sensaciones alienantes, degradándolo con insultos o apodos desagradables; y el pasivo, es decir, el desamor, la indiferencia, el desinterés o la despreocupación constante. En principio, esta última no estaría reconocida como maltrato emocional, pero en realidad es lo suficiente seria para tenerla en cuenta, porque en ciertos momentos, como en los primeros días de vida, esta ausencia afectiva puede provocar incluso la muerte.

A veces, los padres o tutores confunden la disciplina, las reglas y las normas de convivencia con la acción restrictiva e intimidatoria. Pero la disciplina positiva y asertiva no contiene violencia ni maltratos emocionales. El fin de la disciplina es formar seres humanos adaptados, funcionales y felices, capaces de enfrentarse con éxito a la vida y la sociedad. Es evidente que esta finalidad es incompatible con el maltrato físico y emocional.

Existen algunas razones que, en principio, podrían ser más propensas a que ciertos adultos maltraten niños. Y pese a que ninguna de ellas tiene justificación, son realidades cotidianas que es necesario tener en cuenta. Un temperamento muy rebelde o, por el contrario, demasiado débil podría ser la excusa de los padres para actuar con actitudes de maltrato. Si un niño, por naturaleza, es muy travieso, los padres, al querer incidir y regular con disciplina su carácter, podrían actuar con formas que lindara el maltrato. Si el niño es muy débil e inestable de carácter, también podría ser objeto de abuso por un exceso de celo de los padres.

Otro aspecto que puede inducir al maltrato es que el hijo no sea deseado. La no conformidad de los padres ante la realidad y el rechazo consecuente, puede desarrollar ciertas actitudes de maltrato sin darse cuenta del alcance real de su comportamiento. También, por la inexperiencia de los padres, el primer hijo puede ser el más propenso al maltrato. El desconocimiento de las virtudes de la disciplina bien entendida, que tiene los límites bien situados pero que se ejerce con cuidado y delicadeza, hace que los progenitores ejerzan otras formas de dirección que linda con el maltrato emocional.

Por otra parte, patologías específicas como deformaciones craneoencefálicas, retraso mental, inteligencia limítrofe, enuresis y encopresis, ansiedad, depresión, obesidad o simplemente que los niños son, en escalafón de género, los más desprotegidos de la sociedad, pueden ser causas y elementos que, mal consideradas, pueden degenerar en maltratos psicológicos.

Por parte de los adultos, una de las razones que más incide en reproducir actitudes de maltrato emocional es el aprendizaje recibido en casa de los padres. No hay duda de que los hijos aprenden en la familia de origen la manera de regir sus vidas, cómo tratar a las mujeres, a la esposa, a los hijos, a los padres, los problemas, etc. Otro aspecto a considerar es la incapacidad de los padres para enfrentar las demandas de los hijos o un pobre control de los impulsos, lo que hace que cada vez más el nivel de reacción sea más adusto o primitivo, hasta llegar a la agresión emocional como arma de control.

Indicios de maltrato emocional

* Cuando se dan comportamientos extremos en el niño, que van desde la sumisión al comportamiento intempestivo; de la pasividad a la agresión. Cuando un niño muestra actitudes extremas o bipolares, está presentando una cierta desconfianza en sí mismo y un desajuste emocional latente; el equilibrio psicológico está alterado.
* Cuando muestra un comportamiento adulto o cae en el infantilismo. Cuando un niño adopta formas de adulto, cuidando a otros de su propio género y edad o queriendo asumir roles de padres, o cuando muestra unos modismos demasiado infantiles, no adecuados a su edad, como mecer o darse golpes en la cabeza, podría indicar que algo extraño está alterando su saludable aprendizaje emocional.
* Cuando se aprecia un evidente retraso en el desarrollo físico o emocional del niño, que no proviene de ninguna disfunción biológica. Un retraso en el desarrollo físico o emocional podría ser una pista de maltrato emocional. También temores y miedos no concretados, como actitudes y formas de comportarse que parecen quedar estancadas en el tiempo, pueden determinar que existe maltrato emocional.
* Cuando el niño ha insinuado o intentado el suicidio. Al sentirse presionado psicológicamente, el niño puede desear o permitir que crezcan sentimientos y actitudes para acabar con el sufrimiento. Pese a que no es fácil que de una manera práctica y efectiva pueda quitarse la vida, sí que se pueden observar indicios de desear hacerlo.
* Cuando no tiene una vinculación afectiva con los padres. Un niño maltratado emocionalmente puede mostrar actitudes de ausencia afectiva con respecto a los padres. Es decir, no desear caricias, no mostrarse afectivo, no mostrar confianza con los progenitores o no desear estar con ellos.
* Cuando uno o ambos padres acusan, desprecian o humillan constantemente al hijo. Ya sea en privado o públicamente, una actitud manifiestamente desconsiderada hacia el menor es un indicio indiscutible de maltrato emocional. Muchas veces estas actitudes se repiten constantemente y no se disimulan, pese a haya otras personas delante.
* Cuando uno o ambos padres no demuestran ningún tipo de interés por el niño y se niegan a aceptar ayuda alguna por sus problemas. Cuando uno o ambos padres rechazan abiertamente al hijo o no tienen interés por su desarrollo psicosocial, es muy posible que estén ejerciendo un maltrato emocional de larga duración.

Cómo no maltratar a un niño

* Invertir tiempo para conocerlo. El estrés de la vida moderna impele a que muchas veces los padres no tengan tiempo para conocer a sus propios hijos. Pasar tiempo con ellos es el mejor recurso para aprender a tratarlos con respeto y consideración, al mismo tiempo que con firmeza y con los límites bien establecidos.
* No caer en el juego de adoptar actitudes infantiles en la relación al niño. No existe ninguna duda de que es bueno hacernos un poco niños para poder acercarnos y jugar con los hijos; pero en el caso de que se presente una discusión entre el padre o la madre y el niño, mejor no caer actitudes infantiles. En estos casos, el progenitor, al actuar y comportarse infantilmente, recurrirá a formas encubiertas de maltrato emocional, desembocando en violencia psicológica con la sola finalidad de ganar la partida.
* Hablar con el niño con claridad, sin infantilismos gratuitos. Querer acercarse al niño con palabras diminutivas que intentan disfrazar una conversación inteligente, que al fin y al cabo es capaz de entender, es una manera de provocar una relación inestable. Hablar es muy sano, pero debe hacerse con claridad, con capacidad de entenderse en un nivel apropiado, sin rebajar el nivel de comunicación gratuitamente.
* Ajustar nuestras expectativas a la realidad del niño. Muchas veces las expectativas de los padres son demasiado elevadas, por lo cual, con la finalidad de conseguir los objetivos sociales o culturales deseados, el padre o la madre presionan al niño con actitudes de intimidación. Es importante recordar que es el progenitor quien ha de adaptarse a la mente y circunstancias del niño, no a la inversa.
* Tener en cuenta el termómetro de la autoestima. No es muy difícil observar si el niño tiene reacciones que muestran una autoestima baja. A veces son actitudes temerosas, miradas bajas, formas de relacionarse que intentan gustar repetidamente o inseguridades, en principio, injustificadas. Observarlas a tiempo permitirá corregir los errores en la forma de relacionarnos con el menor y elevar su autoestima. No podemos olvidar que, a menudo, la baja autoestima está muy relacionada con formas subterráneas de maltrato emocional.
* Evitar la repetición de palabras despectivas en primera persona. Si un niño recibe constantemente palabras de desaprobación, es natural que viva excesivamente comprometido y obligado por esas palabras. Si reiteradamente se le dice que es tonto, lo más probable es que se lo crea y al final se convenza y actúe como tal. Mejor no calificarlo, sino calificar la situación. Es preferible corregirlo diciéndole: ‘te estás portando mal’, a aseverar: ‘¡eres un inútil!’.
* Huir determinantemente de los castigos agresivos. Si cuando aparece un problema de comportamiento, a un niño se le da un tortazo, lo más probable es que él reproduzca la misma acción cuando trate de solucionar un problema con otros compañeros। El modelo que recibe en casa lo reproducirá a pies puntillas en sus juegos o en las relaciones sociales, pese a que después se le diga que no se debe pegar a los demás.
©2009 Josep Marc Laporta
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