Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· El machismo


Machismo deriva de la palabra macho, y es una expresión que se utiliza para identificar el conjunto de actitudes y prácticas sexistas vejatorias, ofensivas o violentas con la finalidad de mantener un orden social o psicológico de supremacía del hombre sobre la mujer. Por el machismo,
las mujeres son sometidas o discriminadas, y también es el causante principal de comportamientos heterosexistas u homofóbicos. En definitiva, el machismo es cualquier actitud de prepotencia de los hombres con respecto a las mujeres o, incluso, hacia personas del mismo sexo, incitando a la inferioridad, control social o psicológico.     
El machismo no se aprende en la adultez, sino en la niñez o en el periodo de crecimiento, e incluso es un hecho cultural. Según la cultura hispana, el macho es el ‘verdadero hombre’. Pero aún más allá del aprendizaje, el machismo es intrínseco con el género humano, ya que está impregnado ancestralmente en nuestros propios genes. A través de los siglos, el hombre se ha caracterizado por ejercer un papel dominador o controlador. La propia biología y psicología de la sexualidad es un ejemplo de ello, ya que, antropológicamente,  el hombre es el que toma la iniciativa gestual en las relaciones, dadas las propias características genitales y sus connotaciones de atracción y posesión.
Las actitudes generales del machista son múltiples y muy contradictorias. Desea engañar y conquistar a las mujeres, a las más posibles, pero al mismo tiempo intenta proteger a sus hermanas de los intentos de conquista de otros hombres, puesto que las mujeres de su familia deberían llegar vírgenes al matrimonio. No obstante, él considera un valor de su masculinidad tener relaciones sexuales cuanto más pronto posible, para, según él, adquirir experiencia y saber tratar mejor a las mujeres. Poseer a la mujer es su instinto primario. Ningún adolescente es considerado un verdadero hombre –macho– hasta que no pueda alardear de haber poseído a una mujer. Y aún más: en muchos casos, el hombre casado también quiere mostrar su machismo, su potencia y ejercicio real de sus poderes sexuales por medio de la fertilidad, es decir, engendrando un hijo tan pronto como sea posible. Y si, además, se cree en el derecho social de tener amante fuera del matrimonio, el perfil puede ser muy desolador.
Otras manifestaciones del machismo se aprecian en el tratamiento y en el lenguaje. Un hombre que ejerce de macho predominante actúa con superioridad en muchos ámbitos de la vida y las relaciones. Con formas de dueño y protector de la familia, tanto acostumbra a desentenderse de las tareas domésticas como de la educación diaria de los hijos. La asunción de responsabilidades caseras es bajísima, eludiendo tareas de limpieza, atención marital y cuidado diario de los pormenores familiares. Asimismo asume su papel dominador utilizando a la pareja como una sirviente encubierta, con un tratamiento que en algunos casos llega a ser muy degradante, y en otros, incluso violento. La esclaviza en las tareas de hogar con maneras tan sutiles como evidentes. Pese a que muchas veces no es muy visible o apreciable, el manejo psicológico de las relaciones hogareñas puede presentarse con gran maestría. El desapego emocional es parte de la ‘superioridad’ del macho sobre la mujer.
El machismo también guarda relación con un sentimiento de inferioridad. Es una manera de control y de superación propia a través de la posición social, lo que denota inseguridad y dudas respecto a su realización como ser humano. La afirmación de uno a costa de los demás es el rasgo más evidente del machismo, un intento de compensación de las carencias propias a través de la superioridad. El complejo de inferioridad puede tener sus raíces en la primera infancia. Aquí, la actitud del mismo padre y, cómo no, de la madre, son determinantes. El modelo de educación que adolece de afecto y establece la fortaleza como medio de superación educativa, tiende a desarrollar una cierta clase de inferioridad. No sólo es una ausencia de afecto y amor, sino que el énfasis se pone en el respeto, es decir, en la separación, distancia, y temor al padre como legislador doméstico cuyo castigo es realmente de temer. El niño no sólo siente la inferioridad física natural sino además una inferioridad psíquica resultante del temor y la distancia de sus padres, particularmente del padre. Mientras que a las niñas se les muestra afecto y ternura, los hombres deben ser endurecidos y se espera que muy pronto se hagan autosuficientes y viriles. A este cometido participa determinantemente la madre, avivando muchas veces la ‘falsa seguridad’ que le aporta el varón, por lo que reproduce implacablemente el modelo en la educación de los hijos.

Pautas para luchar contra el machismo

* Cambiar el paradigma sobre el género. Una primera pauta para desaprender el machismo nos obliga a cambiar de paradigma o estructuras mentales y asumir integralmente que ambos sexos, pese a ser biológicamente y psicológicamente diferentes, poseen las mismas capacidades, derechos y privilegios. Este cambio de pensamiento es preceptivo para consecuentes transformaciones de actitud y conducta.
* Aprender a cooperar; no competir. El machismo es sinónimo de competencia y, como consecuencia, se impone a los demás. Consecuentemente, el feminismo es una respuesta de lucha. Muy a menudo las relaciones humanas giran alrededor de la competencia: se compite en la escuela, en el trabajo, en los acontecimientos deportivos, etc. La competencia enseña a discriminar al superior o inferior. No obstante, la cooperación entre los distintos géneros a todos los niveles (domésticos, profesionales, de amistad, etc.), facilitará una mejor comprensión de las diferencias y una más adecuada convivencia.
* Fomentar relaciones matrimoniales igualitarias. La competencia, discriminación y ciertas actitudes machistas se gestan en la relación marital entre ambos cónyuges. Para el hombre resulta sencillo delegar la mayoría de las funciones del hogar en la mujer; mientras que ésta asume gran parte de ellas con el deseo de complacer a su pareja. No obstante, este ancestral hábito es caldo de cultivo de aprendizajes machistas, generando la concepción de un padre fuerte y una madre débil, aunque constante y entregada, fortaleciendo ideas nocivas como que quien tiene una vida profesional externa muy llena de obligaciones es el más responsable, o que quien más nos quiere es la persona que más limpia la casa. Fomentar relaciones igualitarias en todos los ámbitos de la relación familiar es muy necesario para superar el machismo.
* Enseñar a los niños a participar en las tareas domésticas. Tanto los niños como las niñas pueden y deben aprender a participar en todas las tareas domésticas, por igual. Esto implica que ambos deberán aprender todas las tareas del hogar, sin distinciones, pero con naturalidad. Al mismo tiempo será conveniente corregir con tacto cualquier desviación de superioridad o competición en las actitudes y comportamientos.
* Fomentar la igualdad en la diferencia, huyendo de cualquier clasismo. Dado que la competencia es, en esencia, comparativa, ésta invita a creer que todos somos muy diferentes y pertenecemos a distintas clases sociales. Educar en el concepto de que todos somos parte de un todo y que la aportación individual es diferente pero no excluyente, es la base para construir relaciones ausentes de superioridades e inferioridades de género.
* No reproducir el machismo femenino. Históricamente, el machismo se ha visto reforzado por la actitud y conducta de las propias mujeres, que en muchas ocasiones han promovido e impulsado perniciosas concepciones machistas en la formación de los hijos, que posteriormente han reproducido sucesivamente. También, en el tratamiento permisivo y condescendiente de las mujeres hacia sus maridos, se aprecia ciertas formas de machismo femenino. Es necesario identificar esas actitudes y comportamientos erróneos, como expresiones admirativas de sumisión, atender al hombre como si fuera una sirvienta o asistente, o recurrir a la hiperactividad doméstica, anulando la responsabilidad de los demás.
* Romper con el victimismo femenino. Una mujer que se considera a sí misma víctima, deja de ser una persona que toma sus propias decisiones y, por consiguiente, permite que los demás resuelvan sus problemas, promocionando y perpetuando la cultura del tutelaje.
* Detener en los inicios de una relación cualquier síntoma o intento de machismo masculino. Tanto la mujer como el hombre pueden erradicar el machismo si saben identificar en sus inicios actos o comportamientos machistas. En los primeros meses de una relación afectiva es aconsejable que la mujer observe si el hombre está teniendo actitudes o tendencias machistas. Son detalles que se aprecian en querer tener siempre la razón, decidir unilateralmente asuntos comunes por los dos, ser repetidamente celoso sin razón, mostrarse firme e intolerante en cuestiones de poca importancia o trascendencia, o dominar las conversaciones. Si así fuere, se deberá exponer y hablarlo para observar claramente la realidad y tomar las decisiones más oportunas, aún por encima del enamoramiento que pudiera existir. En el caso de que la tendencia machista fuere muy evidente y su incidencia muy predominante, es aconsejable dejar la relación. Ningún futuro en pareja puede ser realmente feliz teniendo que soportar actitudes machistas que, por su enraizamiento en el carácter, pueden llegar a degenerar en violencia verbal, psicológica y/o física.
* Eludir las supercompensaciones. En las relaciones de pareja o de familia pueden darse erróneas actitudes de supercompensación; es decir, intentar equilibrar la balanza de la pareja con compensaciones de todo tipo. A veces, la mujer, para que su pareja no se enfade o tome actitudes de propensión machista, intenta supercompensar la situación con actos o acciones de sometimiento, falsificando la realidad. Pero lo que en principio parecería ser adecuado para la paz familiar, es abono y siembra de futuros desequilibrios. Es mejor desafiar los problemas en sus inicios que intentar compensar los desajustes con otro desajuste relacional.

©2013 Josep Marc Laporta


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4 comentarios:

  1. Gracias por sus palabras tan sabias. Siento descargarme de temores al leerle y por los consejos que da. Muchas gracias

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  2. La verdad esta toodo tan claro. Tiene una manera de explicar las cosas que la persona mas simple puede entenderlo sin problema. Quiero criar a mis hijos de tal manera que esten preparados para enfrentar la vida sanamente y que sepan construir relaciones sanas que les den felicidad. Esta informacion es como una lampara que me ayudara a guiarlos. GRACIAS MIL :)

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  3. Es muy sierto todo empieza en la niñez. La educasion del los hijos en el hogar pueden cambiar sus vidas. Ai que enseñarles que la mujer no es una esclava y ai que ayudarla un poco y cuidarse uno a otro. Estoy embarazada de un machista. Y Gracias a Dios es niña. Por que hombre me lo ubiera educado como el. Ya no se que aser con el. Siento muchas precion. No pienso aguantarlo mucho.

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  4. Es muy sierto todo empieza en la niñez. La educasion del los hijos en el hogar pueden cambiar sus vidas. Ai que enseñarles que la mujer no es una esclava y ai que ayudarla un poco y cuidarse uno a otro. Estoy embarazada de un machista. Y Gracias a Dios es niña. Por que hombre me lo ubiera educado como el. Ya no se que aser con el. Siento muchas precion. No pienso aguantarlo mucho.

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