Machismo deriva de la palabra macho, y es una expresión que
se utiliza para identificar el conjunto de actitudes y prácticas sexistas
vejatorias, ofensivas o violentas con la finalidad de mantener un orden social
o psicológico de supremacía del hombre sobre la mujer. Por el machismo,
las
mujeres son sometidas o discriminadas, y también es el causante principal de
comportamientos heterosexistas u homofóbicos. En definitiva, el machismo es
cualquier actitud de prepotencia de los hombres con respecto a las mujeres o,
incluso, hacia personas del mismo sexo, incitando a la inferioridad, control
social o psicológico.
El machismo no se aprende en la adultez, sino en la niñez o
en el periodo de crecimiento, e incluso es un hecho cultural. Según la cultura
hispana, el macho es el ‘verdadero hombre’. Pero aún más allá del aprendizaje,
el machismo es intrínseco con el género humano, ya que está impregnado
ancestralmente en nuestros propios genes. A través de los siglos, el hombre se
ha caracterizado por ejercer un papel dominador o controlador. La propia
biología y psicología de la sexualidad es un ejemplo de ello, ya que, antropológicamente, el hombre
es el que toma la iniciativa gestual en las relaciones, dadas las propias
características genitales y sus connotaciones de atracción y posesión.
Las actitudes generales del machista son múltiples y muy contradictorias. Desea engañar y
conquistar a las mujeres, a las más posibles, pero al mismo tiempo intenta
proteger a sus hermanas de los intentos de conquista de otros hombres, puesto
que las mujeres de su familia deberían llegar vírgenes al matrimonio. No
obstante, él considera un valor de su masculinidad tener relaciones sexuales
cuanto más pronto posible, para, según él, adquirir experiencia y saber tratar
mejor a las mujeres. Poseer a la mujer es su instinto primario. Ningún
adolescente es considerado un verdadero hombre –macho– hasta que no pueda
alardear de haber poseído a una mujer. Y aún más: en muchos casos, el hombre casado también quiere mostrar
su machismo, su potencia y ejercicio real de sus poderes sexuales por medio
de la fertilidad, es decir, engendrando un hijo tan pronto como sea posible. Y
si, además, se cree en el derecho social de tener amante fuera del matrimonio, el perfil puede ser muy desolador.
Otras manifestaciones del machismo se aprecian en el
tratamiento y en el lenguaje. Un hombre que ejerce de macho predominante actúa
con superioridad en muchos ámbitos de la vida y las relaciones. Con formas de
dueño y protector de la familia, tanto acostumbra a desentenderse de las tareas
domésticas como de la educación diaria de los hijos. La asunción de
responsabilidades caseras es bajísima, eludiendo tareas de limpieza, atención
marital y cuidado diario de los pormenores familiares. Asimismo asume su papel
dominador utilizando a la pareja como una sirviente encubierta, con un
tratamiento que en algunos casos llega a ser muy degradante, y en otros, incluso violento. La esclaviza en
las tareas de hogar con maneras tan sutiles como evidentes. Pese a que muchas
veces no es muy visible o apreciable, el manejo psicológico de las relaciones
hogareñas puede presentarse con gran maestría. El desapego emocional es parte
de la ‘superioridad’ del macho sobre la mujer.
El machismo también guarda relación con un sentimiento de
inferioridad. Es una manera de control y de superación propia a través de la
posición social, lo que denota inseguridad y dudas respecto a su realización
como ser humano. La afirmación de uno a costa de los demás es el rasgo más
evidente del machismo, un intento de compensación de las carencias propias a
través de la superioridad. El complejo de inferioridad puede tener sus raíces
en la primera infancia. Aquí, la actitud del mismo padre y, cómo no, de la
madre, son determinantes. El modelo de educación que adolece de afecto y
establece la fortaleza como medio de superación educativa, tiende a desarrollar
una cierta clase de inferioridad. No sólo es una ausencia de afecto y amor,
sino que el énfasis se pone en el respeto, es decir, en la separación,
distancia, y temor al padre como legislador doméstico cuyo castigo es realmente
de temer. El niño no sólo siente la inferioridad física natural sino además una
inferioridad psíquica resultante del temor y la distancia de sus padres,
particularmente del padre. Mientras que a las niñas se les muestra afecto y
ternura, los hombres deben ser endurecidos y se espera que muy pronto se hagan
autosuficientes y viriles. A este cometido participa determinantemente la
madre, avivando muchas veces la ‘falsa seguridad’ que le aporta el varón, por
lo que reproduce implacablemente el modelo en la educación de los hijos.
Pautas para luchar contra el machismo
*
Cambiar el paradigma sobre el género. Una primera pauta para desaprender el
machismo nos obliga a cambiar de paradigma o estructuras mentales y asumir integralmente que ambos
sexos, pese a ser biológicamente y psicológicamente diferentes, poseen las
mismas capacidades, derechos y privilegios. Este cambio de pensamiento es preceptivo para
consecuentes transformaciones de actitud y conducta.
* Aprender a cooperar; no competir. El machismo es sinónimo de
competencia y, como consecuencia, se impone a los demás. Consecuentemente, el
feminismo es una respuesta de lucha. Muy a menudo las relaciones humanas giran
alrededor de la competencia: se compite en la escuela, en el trabajo, en los acontecimientos deportivos, etc. La competencia enseña a discriminar al superior
o inferior. No obstante, la cooperación entre los distintos géneros a todos los
niveles (domésticos, profesionales, de amistad, etc.), facilitará una mejor
comprensión de las diferencias y una más adecuada convivencia.
*
Fomentar relaciones matrimoniales igualitarias. La competencia,
discriminación y ciertas actitudes machistas se gestan en la relación marital
entre ambos cónyuges. Para el hombre resulta sencillo delegar la mayoría de las
funciones del hogar en la mujer; mientras que ésta asume gran parte de ellas
con el deseo de complacer a su pareja. No obstante, este ancestral hábito es
caldo de cultivo de aprendizajes machistas, generando la concepción de un padre
fuerte y una madre débil, aunque constante y entregada, fortaleciendo ideas nocivas como
que quien tiene una vida profesional externa muy llena de obligaciones es el
más responsable, o que quien más nos quiere es la persona que más limpia la
casa. Fomentar relaciones igualitarias en todos los ámbitos de la relación
familiar es muy necesario para superar el machismo.
*
Enseñar a los niños a participar en las tareas domésticas. Tanto los niños
como las niñas pueden y deben aprender a participar en todas las tareas
domésticas, por igual. Esto implica que ambos deberán aprender todas las tareas
del hogar, sin distinciones, pero con naturalidad. Al mismo tiempo será
conveniente corregir con tacto cualquier desviación de superioridad o
competición en las actitudes y comportamientos.
*
Fomentar la igualdad en la diferencia, huyendo de cualquier clasismo. Dado
que la competencia es, en esencia, comparativa, ésta invita a creer que todos
somos muy diferentes y pertenecemos a distintas clases sociales. Educar en el
concepto de que todos somos parte de un todo y que la aportación individual es
diferente pero no excluyente, es la base para construir relaciones ausentes de
superioridades e inferioridades de género.
*
No reproducir el machismo femenino. Históricamente, el machismo se ha visto
reforzado por la actitud y conducta de las propias mujeres, que en muchas
ocasiones han promovido e impulsado perniciosas concepciones machistas en la
formación de los hijos, que posteriormente han reproducido sucesivamente.
También, en el tratamiento permisivo y condescendiente de las mujeres hacia sus
maridos, se aprecia ciertas formas de machismo femenino. Es necesario
identificar esas actitudes y comportamientos erróneos, como expresiones admirativas
de sumisión, atender al hombre como si fuera una sirvienta o asistente, o recurrir
a la hiperactividad doméstica, anulando la responsabilidad de los demás.
*
Romper con el victimismo femenino. Una mujer que se considera a sí misma víctima,
deja de ser una persona que toma sus propias decisiones y, por consiguiente,
permite que los demás resuelvan sus problemas, promocionando y perpetuando la
cultura del tutelaje.
*
Detener en los inicios de una relación cualquier síntoma o intento de machismo
masculino. Tanto la mujer como el hombre pueden erradicar el machismo si
saben identificar en sus inicios actos o comportamientos machistas. En los
primeros meses de una relación afectiva es aconsejable que la mujer observe si
el hombre está teniendo actitudes o tendencias machistas. Son detalles que se aprecian en querer tener siempre la razón, decidir unilateralmente asuntos comunes por los dos, ser repetidamente celoso sin razón, mostrarse firme e intolerante en cuestiones de poca importancia o trascendencia, o dominar las conversaciones. Si así fuere, se deberá
exponer y hablarlo para observar claramente la realidad y tomar las decisiones
más oportunas, aún por encima del enamoramiento que pudiera existir. En el caso de que la tendencia machista fuere muy evidente y su incidencia
muy predominante, es aconsejable dejar la relación. Ningún futuro en pareja
puede ser realmente feliz teniendo que soportar actitudes machistas que, por su
enraizamiento en el carácter, pueden llegar a degenerar en violencia verbal, psicológica
y/o física.
*
Eludir las supercompensaciones. En las relaciones de pareja o de familia
pueden darse erróneas actitudes de supercompensación; es decir, intentar
equilibrar la balanza de la pareja con compensaciones de todo tipo. A veces, la
mujer, para que su pareja no se enfade o tome actitudes de propensión machista,
intenta supercompensar la situación con actos o acciones de sometimiento, falsificando
la realidad. Pero lo que en principio parecería ser adecuado para la paz
familiar, es abono y siembra de futuros desequilibrios. Es mejor desafiar
los problemas en sus inicios que intentar compensar los desajustes con otro
desajuste relacional.
©2013 Josep Marc Laporta
Gracias por sus palabras tan sabias. Siento descargarme de temores al leerle y por los consejos que da. Muchas gracias
ResponderEliminarLa verdad esta toodo tan claro. Tiene una manera de explicar las cosas que la persona mas simple puede entenderlo sin problema. Quiero criar a mis hijos de tal manera que esten preparados para enfrentar la vida sanamente y que sepan construir relaciones sanas que les den felicidad. Esta informacion es como una lampara que me ayudara a guiarlos. GRACIAS MIL :)
ResponderEliminarEs muy sierto todo empieza en la niñez. La educasion del los hijos en el hogar pueden cambiar sus vidas. Ai que enseñarles que la mujer no es una esclava y ai que ayudarla un poco y cuidarse uno a otro. Estoy embarazada de un machista. Y Gracias a Dios es niña. Por que hombre me lo ubiera educado como el. Ya no se que aser con el. Siento muchas precion. No pienso aguantarlo mucho.
ResponderEliminarEs muy sierto todo empieza en la niñez. La educasion del los hijos en el hogar pueden cambiar sus vidas. Ai que enseñarles que la mujer no es una esclava y ai que ayudarla un poco y cuidarse uno a otro. Estoy embarazada de un machista. Y Gracias a Dios es niña. Por que hombre me lo ubiera educado como el. Ya no se que aser con el. Siento muchas precion. No pienso aguantarlo mucho.
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