Reiteradamente hemos sostenido un adagio popular que afirma: ‘Hablando se entiende la gente’. Nada más lejos de la realidad, porque sólo por hablar no significa que nos entendamos. Más bien, muchas veces, hablar o conversar distancia mucho más a las personas, porque no hay suficientes elementos de unión y empatía como para entablar una conversación en paz y productiva.
Entenderse es más que hablar. Es conversar con el deseo de entenderse, de saber del otro, de conocer su punto de vista, de participar de sus ideas, de incorporarlas a las nuestras, de sentir sus motivaciones, de calzar sus zapatos, de dejar que fluyan las palabras y las miradas, de relacionarse con entendimiento y, cómo no, de que todo ello sea recíproco.
Somos diferentes, pero no incompatibles। Para muchas personas, entenderse es prácticamente imposible porque creen que lo que les distancia es tan supremamente abismal, que resultaría imposible empezar a hablar. Pero para sorpresa de ellos, después de encontrar el momento adecuado, empiezan a hablar y a acercarse con las palabras, empiezan a ver que todo lo que les separaba eran suposiciones o ideas preconcebidas. Es posible entenderse a pesar de ser diferentes, tan solo se necesita algo más que palabras: dos intenciones y un solo corazón en una única dirección.
Dicen que cuando una pareja se grita es porque sus corazones están muy lejos entre sí. Y cuanto más gritan más se alejan los corazones, por eso gritan. En cierta manera, al relacionarnos optamos por dos actitudes: hablar fuerte para escucharnos nosotros y no oír a la persona con la cual conversamos, o bajar la voz y acercar los corazones para oírnos mutuamente. Evidentemente nos podemos entender siendo diferentes, cuando bajamos la voz y acercamos los corazones.
Ideas para el entendimiento
* Ponerse en el lugar del otro. No siempre es fácil, pero hacer el ejercicio mental y también físico de situarse en el lugar de la otra persona nos permitirá tener una capacidad más para entenderla y entendernos. Habitualmente no nacemos con la habilidad de ponernos en el lugar del otro. Pero para ello podemos tomar actitudes que nos hagan menos egoístas y más comprensibles con otras opciones. A veces se pueden hacer ejercicios que ayuden a este fin. Por ejemplo, taparnos los ojos con una venda durante una hora para entender las dificultades de un invidente. También podemos invitar a un mendigo a tomar algún refresco en un bar, y así por medio de una conversación entender otra realidad y el por qué ha llegado a esta situación. Es difícil aprender a ponernos en el lugar del otro solamente con mirar la realidad desde la barrera; es necesario saltarla y sobrellevar un poco su realidad. Ejercitarnos en una actitud prácticamente comprensiva nos permitirá a no ser prepotentes y a ser capaces de ver el mundo con otros ojos: a entendernos un poco más.
* Ser verídicos. No es fácil entenderse si dos personas se mienten o muestran actitudes de encubrimiento y falsedad. El camino más corto para entenderse es hablar desde la verdad, pero con tacto y delicadeza. Cuando dos personas hablan desde la veracidad de lo que son y expresan, la comprensión y complicidad es mucho más alta y efectiva.
* Ser más empáticos que simpáticos. La simpatía acerca a las personas por el buen humor, la buena predisposición, la buena actitud inicial o una forma de caer bien; pero la empatía nos permite ir más allá: acercarnos a la persona en su globalidad, no circunstancialmente o puntualmente. La empatía no sólo sonríe con la otra persona, sino que también llora si la situación se presenta. Acostumbramos a estar más dispuestos a reír que a llorar, pero empatizar incluye saber estar al lado de la otra persona sea cual sea la circunstancia.
* Mirarse a la cara en posición frontal, no lateralmente. Para una conversación provechosa es conveniente mirarse cara a cara frecuentemente (no exageradamente); ello permite una mirada a los ojos y eludir otras distracciones. Sí que también se puede conversar provechosamente de lado, no obstante las posibilidades de pérdida de atención son mayores y la capacidad de vinculación disminuye notablemente al perder los puntos de unión visuales.
* Incorporar gestos visuales y verbales de aprobación en la conversación. Hay gestos y actitudes que ayudan a un buen entendimiento, a pesar de ser diferentes. A veces pueden ser movimientos de aprobación con las manos o el rostro, otras veces puede ser la repetición, refuerzo o la reafirmación de lo dicho por la otra persona con nuestras palabras, o incluso el incorporar conceptos ajenos en el transcurso de la conversación. Normalmente, la comunicación es más efectiva cuando ambas personas aprueban parte de lo que dice la otra y lo incorporan a su pensamiento. Son gestos y actitudes de aprobación que facilitarán un entendimiento fluido y eficaz.
* Discutir los temas uno a uno y ser específicos. A veces no nos entendemos porque hablamos sobre mil cosas al mismo tiempo. Entenderse implica hablar tema por tema o, en su caso, por grupos de temas afines, porque en su defecto la conversación se convierte en una mezcolanza que perturba la buena comunicación, dejando conceptos a medias y sin resolver adecuadamente.
* Evitar generalizaciones. Los términos ‘’siempre’ o ‘nunca’ raramente son ciertos y tienden a formar etiquetas. Es diferente decir: ‘últimamente te veo algo ausente’ que ‘estás siempre en las nubes’. Es más justo y honesto para llegar a acuerdos decir: ‘la mayoría de las veces’, ‘en ocasiones’, ‘algunas veces’ o ‘frecuentemente’. Éstas son expresiones que permiten al otro sentirse menos acorralado y más valorado.
* Elegir el lugar y momento adecuados. En ocasiones, una buena conversación y un buen entendimiento dependerá del lugar y momento que elijamos। No siempre nos podremos entender en el momento que nos parezca a nosotros más idóneo. También hay que contar con la otra persona, su comodidad y bienestar para la conversación. Dos personas se pueden entender si saben encontrar su momento, el de los dos, no de uno solo.
* Saber escuchar para saber hablar. Acostumbramos a escuchar mientras organizamos nuestra alocución। Muchas personas, incluso no escuchan sino que oyen de qué va lo que la otra persona dice y, mientras tanto se expresa, va eligiendo todo lo que quiere decir para cuando la otra acabe. En realidad son dos soliloquios. Para entenderse es necesario escuchar y seguidamente responder o continuar aportando sobre lo oído. Dos personas nunca se entenderán si una de ellas está empeñada en expresarse de manera individualista sin atender a lo que la otra persona dice. Será una conversación de sordos que no llegará a ninguna parte.
* No hablar del pasado. Rememorar antiguas ventajas, o sacar a relucir los “trapos sucios” del pasado, no sólo no aporta nada provechoso, sino que despierta malos sentimientos. El pasado sólo debe sacarse a colación constructivamente, para utilizarlo de modelo cuando ha sido bueno e intentamos volver a poner en marcha conductas positivas quizá algo olvidadas. Pero es evidente que el pasado no puede cambiarse; por tanto hay que dirigir las energías al presente y al futuro.
* Parafrasear. Es decir, verificar o decir con las propias palabras lo que parece que el emisor acaba de decir। Es importante en el proceso de escucha ya que ayuda a comprender lo que el otro está diciendo y permite verificar si realmente se está entendiendo y no malinterpretando lo que se dice. Un ejemplo de parafrasear: ‘entonces, según observo, lo que pasaba era que... ¿quieres decir que te sentiste...?
* Evitar el ‘síndrome del experto’. O sea, tener respuestas al problema o situación de la otra persona, antes incluso de que haya contado el final. Es preferible dejar que alguien se exprese completamente para poder responder convenientemente.
* No contraargumentar. Es decir, si la otra persona dice ‘me siento mal’, no responder ‘ y yo también’. Contraargumentar es cortar cualquier comunicación por medio del desprecio verbal.
* No interrumpir al que habla. Interrumpir es poco elegante a no ser que la exposición sea excesivamente larga y hable con interminables circunloquios। Es preferible dejar hablar y si hay que cortar, apuntar a que ya ha explicado varias veces lo que quería decir y que le toca acabar.
* No rechazar lo que el otro está sintiendo. A veces, cuando alguien está expresando sentimientos dolorosos, para ayudarle, acostumbramos a decirle: ‘no te preocupes, eso no es nada’। Y seguidamente le damos una serie de razones de por qué no se ha de preocupar, cuando lo mejor es entender sus sufrimientos y su situación para aportar una luz de salida y de ánimo।
* Ser breve. Repetir varias veces lo mismo con distintas palabras, o alargar excesivamente el planteamiento, no es agradable para quién escucha. Produce la sensación de ser tratado como alguien de pocas luces o como un niño. En todo caso, corre el peligro de que le rehúyan por pesado cuando empiece a hablar. Hay que recordar que: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
©2010 Josep Marc Laporta