Es cierto que nunca se olvida. El recuerdo de una acción que nos ha perturbado profundamente no se puede borrar así como así, porque los mecanismos de la memoria no se pueden anular, ni con el tiempo ni obviando toda una serie de razones que nos llevaron a sentir un profundo malestar. Pero sí se puede impedir que las consecuencias de la ofensa aumenten o que los recuerdos nos asedien hasta el punto de no poder vivir en paz. Se puede perdonar y también se puede olvidar el dolor y el aguijón de la pena; esto es lo importante.
El perdón es una virtud social y humana que pretende hacer reversible una ofensa, ya sea verbal, de actitud o de acción. Su etimología es interesante: per y donare, que significa ‘pasar por en medio de un regalo’ u ofrecer un regalo. Desde esta perspectiva podemos entender que el perdón es un regalo que presentamos a quien nos ofendió. Una especie de compasión que ofrecemos a nuestro agraviador admitiendo que no nos ha de afectar más ni tampoco tendría que afectar a las relaciones futuras.
Perdonar es liberar al otro de una deuda que le castiga, pero también libera a quien lo da, porque el propio peso nos asedia constantemente hasta el punto de vivir descorazonados. Ahora bien, el perdón no es la amnesia de las ofensas que recibimos. El perdón es un proceso de aceptación de las enseñanzas del problema, de las condiciones que nos llevaron a esa disputa y de los actores que participaron. En la medida que aprendemos y asumimos, podemos empezar a perdonar. Tampoco el perdón se puede imponer ni demandar pues es un proceso personal que necesita de tiempo. Olvidar el dolor y el aguijón de la pena, también necesita su tiempo.
A veces no se puede dar el perdón o recibirlo por el orgullo herido. Este orgullo moribundo puede llegar a mortificar por la trascendencia de lo que pasó y condicionar el futuro. También se cree que perdonar a una persona es darle la razón, pero no tiene nada que ver. Perdonar es liberarte del problema y aprender a ver el nuevo camino para no caer en los mismos errores. Todo necesita su tiempo, el orgullo y la convicción de que no damos la razón en balde. Pero este tiempo de asimilación siempre necesitará de la colaboración de nuestra voluntad. A pesar de que el perdón es un acto de la voluntad, también nace de la belleza de un corazón sincero y bueno. En realidad, es imposible perdonar sólo con una buena actitud de la voluntad si no existe al mismo tiempo un deseo muy íntimo de paz y concordia.
Cuando perdonamos a alguien sus ofensas, también nos perdonamos a nosotros. Es una mirada a nuestra humanidad y limitaciones, observando que nosotros también podemos caer exactamente en la misma irresponsabilidad y ofender a otros. Perdonar es perdonarnos, liberarnos de nuestro juicio acusador y aceptarnos, con virtudes y errores, sin soberbia ni prepotencia. Es por ello que no se puede dar nada que no hayamos sentido anteriormente. El acto del perdón no libera al culpable solamente, sino que, especialmente, me libera a mí de las convulsas consecuencias. En realidad, perdonar es un descanso para el alma.
Empezando a perdonar y a olvidar el dolor
* El perdón no es olvidar lo que sucedió ni excusarle, ni resignarse. Muchos de nuestros intentos de perdón fracasan pues confundimos esencialmente lo que es perdonar. El perdón no es olvidar lo que nos ocurrió. No significa excusar o justificar un determinado evento o mal comportamiento. No es aceptar lo ocurrido con resignación. No es negar el dolor. No es minimizar los sucesos ocurridos. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de dar importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te hizo daño. Básicamente, perdonar significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causaron dolor o enojo.
* El perdón no debe conducirnos inexorablemente a la reconciliación con el agresor. Pensamos que perdonar es hacernos íntimos amigos de nuestro agresor y por tal motivo lo rechazamos. El perdón se basa en la aceptación de lo que pasó, superando los dolores que nos implican. Comprender que el perdón es un asunto propio que no debe necesariamente pasar cuentas con el agresor, permitirá tomar una actitud resolutiva con nosotros mismos para quedarnos en paz con nuestra conciencia. No obstante, sería preferible que el perdón nos condujera a una reconciliación; pero este objetivo no debe impedir la liberación personal a través del perdón.
* El perdón se debe de realizar ‘sin expectativas’, sin esperar que nada suceda. Si esperamos que el agresor acepte su error, estaremos esperando en vano y gastando nuestro tiempo y nuestras energías en una disculpa que jamás llegará. Si estamos esperando esta reacción, luego de haber perdonado, seguiremos anclados en el problema, en el ayer, queriendo que nos paguen por nuestro dolor. En realidad, supuestamente habremos perdonado, pero en realidad, seguiremos esperando una retribución, un resarcimiento que nunca llegará, con lo que aumentará nuestro dolor. Es entonces cuando nos daremos cuenta de que no hemos perdonado y que quien tiene el control de nuestra vida es el ego. El ego quiere, a toda costa, castigar o cobrar al agresor.
* El pasado nunca podrá ser cambiado; por lo tanto el perdón no cambia el pasado, cambia el presente. No existe nada ni nadie que pueda resarcir el dolor ocasionado en el pasado; el pasado no tiene cómo ser cambiado. Ningún tipo de venganza o retribución podrá subsanar los momentos de tristeza y desolación que vivimos, lo mal que nos sentimos. Esperar una disculpa o que se acepte el error, nada de ello cambiará los hechos ni lo ocurrido en el pasado; sólo estaremos queriendo alimentar nuestro ego, nuestra sed de justicia mal enfocada.
* Perdonarnos a nosotros mismos: la clave del perdón. La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tenemos. Muchas veces, la persona más importante a la que tenemos que perdonar somos nosotros mismos. Al pasarnos cuenta de todas las cosas que no fueron de la manera que pensábamos, estamos cerrando con llave la puerta de nuestro corazón. Perdonando nuestro interior, logramos mirar los hechos más objetivamente, tal y como sucedieron, y luego decidimos dejarlos ir, dejarlos en el ayer.
* Liberar la implicación emocional. Un paso práctico para perdonar es liberarnos de la implicación emocional; separar, en lo posible, la emoción de la racionalidad. No dejar que el huracán de las emociones afectadas por el problema nos bandee a su antojo. Sumidos en el huracán de las emociones alteradas, la percepción de la auténtica realidad es un espejismo. Por tanto, es mejor dejar que el tiempo ponga un poco de estabilidad, sin tomar decisiones erróneas, ni de prematuro y superficial perdón, ni avivando enemistades. Para liberar la implicación emocional es aconsejable hablar del tema que nos afecta con terceras personas que no estén de ningún modo implicadas en el problema. Su objetividad, distancia y no participación en la afrenta, ayudará a liberar el exceso de emociones.
* Dar espacio a la verdad objetiva de la ofensa. Encerrados en nuestras propias opiniones y razones, obviamos que hay una verdad más objetiva. La emoción que gobierna a alguien ofendido le hace sentir que tiene toda la razón y es el centro de los dolores. Ver las cosas desde otra perspectiva, nos hace más objetivos, por lo cual el perdón se puede ir gestando con paso firme. Hablar con una tercera persona totalmente ajena al problema es necesario para tener más objetividad. También es aconsejable una visita y conversación con un coach.
* Permitir que el tiempo trabaje a nuestro favor. El perdón real necesita de un proceso, una adaptación y asunción de la realidad. Perdonar íntegramente y definitivamente es un acto responsable que precisa de tiempo. Habitualmente, las actitudes más maduras y responsables de perdón se ejercen después de un continuo proceso responsable de conciencia y convicción. A pesar de que es recomendable solucionar una enemistad cuanto antes, en la mayoría de las ocasiones el tiempo permite madurar nuestras opiniones y sensaciones para lograr un buen perdón hacia nosotros mismos y hacia la persona que nos afrentó.
* Perdonar es empezar a olvidar el dolor causado. ‘Perdono pero no olvido’ es una declaración reincidente en la ofensa y sus consecuencias que no lleva al perdón real. Evidentemente, nunca se olvida, la memoria seguirá recordando los hechos. Pero es importante darnos cuenta de que decididos a pasar la página del dolor y su implicación emocional, estaremos empezando a perdonar perdurablemente. Sí que se puede perdonar y olvidar; al menos, el dolor y el aguijón de la pena.
* El perdón es una expresión del amor. Perdonar es una respuesta de amor. En la medida que amemos, estaremos más dispuestos a perdonar. Muchas veces, la persona que nos ha afrentado es alguien que amamos mucho. Perdonar es permitir que el amor venza a la ofensa y dar una nueva oportunidad a la paz, a nuestra propia paz. No olvidemos que el perdón libera ataduras que amargan y enferman el cuerpo. El amor cubrirá multitud de faltas.
* Perdona para que puedas ser perdonado. En la medida que perdonemos, estaremos proclamando que el perdón es el camino más corto para la paz y la tranquilidad del corazón। Sabremos perdonar si hemos perdonado.
©2009 Josep Marc Laporta