Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· La psicosis social

Llamamos comúnmente psicosis social a aquellos comportamientos grupales provocados por una situación anómala o que parece atentar contra la estabilidad personal y colectiva। Más bien es un término popular, no necesariamente académico.

Cuando, por ejemplo, en los medios de comunicación se anuncia una huelga de transportes por carretera afectando al suministro de gasolina y alimentos, o que una nueva modalidad de gripe empieza a causar las primeras muertes en distintos lugares del planeta, los individuos tendemos a actuar con miedo y adoptamos la actitud del desamparo। Es un temor que se reproduce y se multiplica a través de diferentes cauces: las noticias televisadas o radiofónicas, la prensa e Internet, y los comentarios en familia o en el círculo social. Impulsados por ello, podemos acaparar gasolina y alimentos o no ir a los lugares acostumbrados guiados por un miedo individual, muy acrecentado por los constantes comentarios sociales.

En la base del mecanismo psicológico que ha conducido a ese afán de abastecimiento está el sentimiento de desamparo। Pero ¿por qué? Hace medio siglo que en España dejó de circular la cartilla de racionamiento. En aquellos años 40 y 50, la más pura subsistencia era la razón del miedo colectivo, pero ¿y ahora?, ¿también se puede tener miedo colectivo? En el fondo del comportamiento de psicosis colectiva subyace la conciencia de que nuestra sociedad es una catedral de cristal y de que, en realidad, el bienestar que disponemos se puede resquebrajar con muchísima facilidad.

Sentirse vulnerable es el meollo de la llamada psicosis social; es el miedo al desamparo y a ver que el Estado/papá protector no pueda suplir todas las necesidades। Así se produce el efecto epidemia: ver una cola de quince coches en una gasolinera y otra de veinte en la siguiente y pensar que hay que repostar porque los transportistas han hecho huelga indefinida. Y lo mismo sucede cuando vemos que la gente empieza a acaparar provisiones en los supermercados. Una ola de miedo al desabastecimiento es un ejemplo de la profecía autocumplida. Ha acabado pasando lo que se esperaba: una parte de la población creyó que corría el riesgo de quedarse sin gasolina o sin leche, y como muchos de ellos han acudido a las gasolineras y a los supermercados, han agravado la situación. Sin quererlo, han contribuido a que haya colas y estanterías vacías. Las masas se comportan por oleadas de reacción.

Un individuo inseguro influye en los demás y viceversa, y cada uno adopta una estrategia sobre cómo el grupo se comportará, en función de la expectativa। Lo cierto es que movilizarse tranquiliza, se actúa contra el miedo. Pero la suma de comportamientos iguales o parecidos puede provocar consecuencias imprevisibles, porque la masa alterada y fuera del control del razonamiento individual actúa, por lo general, de manera primitiva.

Lo positivo de estos comportamientos colectivos es que habitualmente tienen una vida corta y, muy pronto, ese estado de alteración social puede mitigarse y reducirse por sí mismo। Cuando el miedo colectivo ha crecido, en poco tiempo también puede crecer el temor a que este miedo colectivo lleve las cosas a peor. No obstante, también hay que tener en cuenta que las espirales colectivas pueden pasar con mucha facilidad el punto de no retorno. Es por ello que son convenientes algunas reflexiones sobre cómo frenar el pánico social, sea debido a la situación que sea.

Estrategias para hacer frente al miedo

* Reflexionar. Parece extraño que la reflexión pausada pueda conducirnos a un control sobre una vorágine social, pero tomar datos, revisar los riesgos y posibilidades, y observar si es desmesurado o no, es una buena opción para hacer frente al miedo. Hay que buscar estrategias para enfrentar el miedo con la reflexión serena.
* Contrastar la información de los medios de comunicación. La mayoría de las veces, las noticias que recibimos por la radio y la televisión sufren de tendenciosidad. No significa que no sean ciertas, sino que están afectadas por ciertas influencias, ya sean de cadena o editorial, de intereses de lobbys o de opiniones muy personales. Es conveniente contrastar comentarios de presentadores o conductores con las manifestaciones de los responsables políticos o sectoriales y con los contenidos la noticia, para verificar que la información que se recibe es verídica y fiable.
* No informarse sólo por los titulares. Hay titulares de periódico que, por su formulación, tienden a excluir el contenido. Dicen lo qué sucede, pero hace suponer algo distinto a lo que es en realidad. La información completa es la que narra lo que sucede y da las claves para que después podamos reflexionar y tomar decisiones.
* Conocer la estructura del miedo. El miedo paraliza porque es un automatismo primitivo de nuestra mente, quien lo reproduce constantemente. Para superar el miedo racional o irracional a algo, primeramente debemos conocer que nuestra mente genera miedo como un sistema autónomo. Haya o no haya razón para tener temor, igualmente nuestra mente dará avisos en forma de sentimientos miedo. Es un hábito ancestral. Es por ello que al miedo hay que enfrentarlo directamente con decisiones determinantes, razonadas y capaces.
* Comparar contextos y situaciones. Es posible que estemos alterados por una huelga general de transportes que paralice la comunidad o por una nueva gripe que se esté expandiendo de manera exponencial, pero siempre tendremos que comparar contextos y situaciones. Por ejemplo, en el pasado fin de semana es posible que hayan muerto cerca de veinte personas en las carreteras españolas (la media está sobre veinte), mientras estamos sufriendo porque han habido nuevos contagios de gripe A, aunque los fallecidos no llegan a la decena; no sólo en una semana, sino en el cómputo de varios meses. Una mirada a los contextos y situaciones nos ayudará a ver la realidad con ojos menos aprensivos.
* Adoptar comportamientos que no sean de consumidores compulsivos. Por ejemplo, ante una psicosis colectiva de falta de abastecimiento de productos de primera necesidad, acostumbramos a pensar con la mente del consumidor compulsivo: comprar y comprar de manera irracional, dejándonos llevar por las emociones y la imitación. Evidentemente, este comportamiento aprendido durante años se agrava en situaciones excepcionales; pero podríamos optar por otra conducta. Para entenderlo mejor: si hay escasez de carburante para los automóviles, acostumbramos a ir desesperadamente a llenar el depósito en lugar de tomar la decisión de viajar en transporte público. Optamos por comportamientos consumistas de almacenar, acaparar y retener, en lugar de cooperar, compartir y rentabilizar.

©2009 Josep Marc Laporta

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