Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· La soledad impuesta

Uno de los males más dolorosos y silenciosos de hoy en día es la soledad. Otras enfermedades físicas también lo son, pero la soledad se capaz de subsistir perpetuamente e impertérritamente sin que nadie haga nada. No entra en los supuestos de la medicina asistencial o en el listado de enfermedades psicológicas habituales; pero la soledad podría ser considerada una enfermedad social silenciosa, como la depresión, que parece que no hace daño pero que también puede llegar a matar.

Básicamente, de soledades hay dos: la escogida y la impuesta. La escogida es beneficiosa si se sabe disfrutar adecuadamente y no significa un atraso en las aptitudes y actitudes sociales. La impuesta o la no escogida es la que se vuelve como una pesadilla, no sólo por la imposición sino por las consecuencias de aislamiento social y por las inseguridades psicológicas, aparte del sufrimiento producido por la carencia de relaciones saludables, con la consecuente angustia.

En realidad, la soledad es el resultado de relaciones sociales deficientes y constituye una experiencia subjetiva puesto que, en grupo, uno puede estar solo estando solo o sentirse solo estando en grupo. Pero en cualquiera de las dos posibilidades, las sensaciones íntimas de la soledad son similares a la depresión o a la ansiedad.

Dentro de la soledad impuesta se puede distinguir dos tipos: la emocional y la social. La emocional es la ausencia de relación cercana con otra persona que nos produzca satisfacción y seguridad. La soledad social supone la no pertenencia a un grupo, con la ayuda mutua que significa el compartir intereses, deseos y preocupaciones.

Las estadísticas revelan que el 26 % de los americanos son solitarios crónicos. El 54 % de los franceses afirman haber sufrido de soledad alguna vez en su vida. El 25 % de españoles confiesa que se siente solo con frecuencia; el 40 % dice no tener ningún amigo íntimo; y el 15 % admite sentirse realmente solo.

A veces, los síntomas de la soledad se descubren cuando nos damos cuenta de que tenemos el deseo de recibir una llamada y el teléfono nunca suena. O cuando por aburrimiento, más bien por la tarde o por la noche, encendemos el televisor y realmente nos importa poco qué es lo que estén haciendo y diciendo. Al fin y al cabo es un impulso automático de necesitar estar acompañados por alguien y no encontrarlo.

En la actualidad, miles de internautas utilizan la pantalla del ordenador como una silenciosa compañía a su soledad. Unos miran pornografía, otros cotillean y quizás todos chatean. En la red hay dos tipos de mundos en torno a la soledad: uno es sexual, el otro es emocional. En el primero se busca a alguien que te excite; en el segundo, alguien que te acepte y acompañe.

La aceptación es el alma de la felicidad. Es llenar el vacío emocional que radica dentro de nosotros. Y es que todos necesitamos alguien que nos quiera, que nos escuche y que nos comprenda: las tres necesidades primordiales del ser humano. La soledad mengua, básicamente, cuando nos abrimos, amamos y somos amados. También cuando somos escuchados y escuchamos es un paso más allá que nos permitirá salir del aislamiento de la soledad. Y como un aspecto más profundo para huir de la soledad, es ser comprendidos y comprender.

Cómo huir de la soledad


* Identificar si la soledad es emocional o social. Conocernos es un gran paso para salir de nuestra soledad. Si la soledad es emocional, se tendrá que aprender poco a poco a confiar en las personas y encontrar relaciones que signifiquen intimidad y confianza. Si la soledad es social, convendrá salir, relacionarse desde el anonimato y acercarse a la gente en un proceso pausado, pero creciente.
* Aceptar que la soledad también puede venir por una actitud de egoísmo social y emocional. El aislamiento de la persona que se manifiesta solitaria, muchas veces proviene de un propio egoísmo de autosatisfacción. Es decir, se aísla no porque la aíslen sino porque ella misma se distancia, ignorando y despreciando la positiva influencia de sus semejantes. Esto significa una actitud egoísta y autosuficiente ante la sociedad.
* Huir de la timidez y abrirse al mundo. La timidez es un mal que comporta una constante indecisión. Parece que nunca es el momento de abrirse y tomar la decisión de comunicarse. Pero para hacerlo, sólo en necesario realizar una pequeña acción transgresora. Huir de la timidez y abrirse a un nuevo mundo sólo depende de una pequeña actitud de transgresión íntima para dar un pequeño paso, pero que a la larga puede ser un gran paso si después de éste se da otro y otro.
* No creernos la mentira de que somos los más raros de la especie. Habitualmente el solitario siente que es el más raro del mundo y cree que nadie merece su compañía. Todos somos especiales y diferentes, y siempre habrá alguna persona con la que encajamos mejor y con la que una relación bien llevada nos impulse a abrirnos a los demás.
* Convencernos de que podemos ser parte de alguna parte de este mundo. La soledad se fragua cuando creemos que no somos parte de nada ni nos merecemos ser parte de nada. Pero este aislamiento social es un engaño, porque en este mundo todos nos merecemos ser parte de algún grupo, de una pandilla o ser parte de un proyecto.
* Acercarse a la soledad de los demás. La soledad es una enfermedad que se cura con el contacto con las personas, y a veces los que se encuentran solos son los que mejor saben hasta qué punto puede curar el afecto de otra persona। Acercarse a otro ser solitario permitirá entenderse en el mismo lenguaje y empezar un camino de camaradería solidaria। Cuando se da se recibe.
©2009 Josep Marc Laporta
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