Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· Las catástrofes

Después del estrepitoso ruido al caer las dos Torres Gemelas en Nueva York, el silencio se hizo el dueño y señor del horror। Era el día 11 de septiembre del año 2001. En el atentado murieron 2.819 personas. Debajo de miles de toneladas de escombros aún habían supervivientes y cientos de cadáveres. Al día siguiente se encontraron con vida 18 personas: 12 bomberos, 3 policías y 3 trabajadores. Entre los amasijos de hierro y cemento se encontraron 19.858 trozos de cuerpos humanos, 4.598 fueron identificados. 1.350 coches quedaron chafados. 65.000 efectos personales fueron recuperados, entre los que destacan 144 anillos, 437 relojes, 77 collares, 119 pendientes, 80 brazaletes, un cuadro de Picasso y tres esculturas de Rodin.

El día 11 de marzo del año 2004 se produjo el atentado más grave de la historia de España y uno de los más importantes de Europa. Diez bombas estallaron en cuatro trenes de cercanías de Madrid, cruzando toda la zona conocida como el Corredor del Henares. El atentado provocó 192 víctimas mortales y 2.000 personas afectadas necesitaron atención en los hospitales madrileños. A este número, además hay que añadir, por una parte, los familiares de los muertos y heridos y, por la otra, un alto número de intervinientes que podrían resultar afectados como víctimas secundarias y que podrían llegar a 18.000 afectados, según datos facilitados por el Colegio Oficial de Psicólogos.

Los atentados o catástrofes, naturales o no, tienen un notable impacto psicológico que va más allá de aquellos que lo han sufrido en primera persona। De alguna manera, a parte de los directamente afectados, toda la población es testigo del hecho, gracias a la influencia de los medios de comunicación y, en particular, al presenciar las repetidas imágenes de las víctimas y de sus familiares. La amplificación mediática de la catástrofe hace que los estímulos que un gran segmento de población recibe también se amplifiquen; mientras que otras catástrofes, como el hambre y la muerte diaria por esta causa de miles de personas en el mundo, no nos afectan.

En una catástrofe de magnitud, hay cuatro tipos de personas afectadas: las víctimas supervivientes; los familiares de las víctimas; las que en algún momento han conocido a alguna de las víctimas; las que han estado recientemente en el lugar de los hechos o han presenciado la totalidad o una parte de la catástrofe; y los que han recibido el impacto por los medios de información।

El proceso de superación es bien diferente en cada caso, pero en todos hay unas premisas básicas que pueden ayudar a superarlo. Tras el fatal momento de la catástrofe, los afectados más directos quedan en el trastorno postraumático, un estado de incredulidad constante. Seguidamente a este choque, aparece el proceso del dolor, en el cual el luto toma su posición. Y, posteriormente, cuando ha pasado un cierto tiempo, un año o más, quedan los recuerdos en forma de pequeños traumas o heridas psicológicas. Habitualmente no son un gran número, pero siempre quedan una o dos que persisten en el tiempo, a lo largo de los años. Algunas de ellas podrían ser insomnio, miedo constante a una situación o lugar concreto, temor a la soledad, intranquilidad y angustia por la tardanza o retraso de una persona amada, no recibir información de un familiar, etc.

Cómo superar una situación traumática

* Entender que la superación del trastorno de estrés postraumático precisa de tiempo. Asimilar y admitir la magnitud del trágico hecho incluye dejar que la mente vaya procesando poco a poco todo lo que ha sucedido, rememorándolo para aceptarlo. En pocos minutos o segundos la mente ha recibido un gran impacto, y cognitivamente se ha desestabilizado; para restablecerse necesita la pausa de la regulación y ordenación de imágenes y sensaciones.
* Expresar emociones ayuda a aceptarlas. Hablar con la familia, con los amigos o compañeros es una buena terapia de asunción de lo que ha sucedido; pero es mejor hacerlo siempre cuando apetezca, sin forzar. Expresarse abiertamente sobre las preocupaciones, miedos y experiencias, incluso las más negativas, permitirá una superación más integral.
* Llorar permite expresar los sentimientos escondidos. No siempre es fácil llorar, pero esta expresión es tan íntima y vinculada que es capaz de liberar muchas angustias acumuladas. Psicológicamente, llorar libera las tensiones y acelera el proceso de asimilación.
* Aceptar que hay cosas que no se pueden cambiar. Aceptar lo que ha sucedido es aceptar la totalidad: las cosas que se pueden cambiar o recuperar y las que no. La vida continúa con su paso inalterable; quedarse en una posición inmovilista es alargar innecesariamente el sufrimiento.
* Descansar con frecuencia. La superación del estrés postraumático y el posterior proceso de luto necesitan de un descanso regular.
* Permitir la solidaridad de los que nos aprecian, sin dejarse avasallar. Las situaciones catastróficas imprevistas dinamizan el sentido solidario de la gente. Por ello es aconsejable aceptar la ayuda de manera adecuada al propio carácter, equilibrio personal y proceso del luto.
* Durante los primeros días y semanas, no tomar decisiones importantes que no sean las propias de la tragedia. En momentos de crisis no se está en las mejores condiciones psicológicas para analizar una situación objetivamente y tomar ciertas decisiones.
* Volver a la rutina gradualmente. Un paso decisivo para aceptar un hecho trágico es volver a la forma de vida anterior. Es muy probable que la pérdida de un ser querido haga que el retorno a la normalidad sea muy pesada y difícil de sobrellevar; a pesar de todo, el entorno familiar es el espacio de mayor seguridad para enfrentar el futuro.
* Obsequiarse con pequeños regalos. Estar de luto no es contrario a regalarse pequeños espacios de recreo o sentir momentos de felicidad. Estos pequeños detalles gratificantes son muy útiles para recuperar cierta ilusión y ánimo.
* La espiritualidad que cada cual sienta y crea ayudará a la superación del impacto. Los mecanismos de relación con la trascendencia y divinidades son útiles, siempre y cuando nazcan de manera sincera. Otros conceptos de espiritualidad también pueden ser el amor o la afectividad, o conectarnos con la naturaleza o el mar.
* Abocarse en aquello que tenga un sentido en la vida. Tras pasar por una situación tan trascendente, el futuro no se enfrenta con la misma visión. Por esta razón, ocuparse en alguna actividad que implique un auténtico sentido de vida ayudará a una buena superación.
* Solicitar la ayuda de un profesional de la psicología. A pesar de que parezca que todo se esté superando positivamente, es posible que heridas emocionales queden silenciadas o escondidas permanentemente y sea necesario desenmascararlas. Un psicólogo ayudará determinadamente.
* No olvidar que al final del túnel siempre hay una luz. El ser humano tiene una sorprendente capacidad de superación para recuperarse tras las peores adversidades. A pesar de la oscuridad, siempre hay una chispa que avivará la luz que necesitamos.

Cómo ayudar a superar una situación traumática

* Acompañar a la persona y sus circunstancias. La mayoría de las veces no es necesario decir demasiado para ayudar a una persona que ha sufrido una situación traumática; nuestra presencia y un incondicional apoyo es lo que tenemos más a mano. Acompañar, sin adoctrinar de cómo superar la fatalidad ni dar lecciones innecesarias, es la mejor herramienta para ayudar. Estar, con algún contacto físico como un abrazo, dar la mano o tocar a la persona, proporcionará más apoyo que muchas palabras, las cuales muchas veces no surgen con suficientes argumentos y credibilidad.
* Ayudar al afectado a que exprese sus sentimientos y a que no deje de relacionarse con las personas amadas. Lo que más aterroriza a los seres humanos es la violencia imprevista, la casualidad tan incierta; por esta razón, una muestra de afectividad sincera es el mejor antídoto. Los seres queridos son vitales en la recuperación afectiva de la persona involucrada.
* Disuadir a las personas que se acerquen con intenciones morbosas. Por naturaleza, el ser humano le atrae los episodios trágicos; por lo cual es necesario disuadir y alejar a los amigos o gente próxima que, con la intención de ayudar, también desean satisfacer la propia curiosidad. Acostumbran a querer hablar e interesarse por cómo ha sido y qué ha sucedido, centrándose en los detalles. Por regla general, hablar de lo sucedido es un camino muy útil para la superación; pero hablarlo de manera que se hurgue en la herida, no es lo más acertado.
* Informar de todo lo que se sepa; la información correcta es un preciado recurso para ordenar los hechos y la mente convenientemente. Cuando sucede un suceso trágico e imprevisto, es habitual que circule cierta información confusa. Proporcionar noticias contrastadas permitirá al que sufre tener una buena construcción de los hechos y una superación idónea.
* La experiencia de un trágico suceso anterior no necesariamente servirá de preparación en una nueva situación traumática. Incluso a veces aumenta el padecimiento y hay más dificultad de asumir el nuevo proceso. En estos casos es mejor solicitar la ayuda de un profesional de la psicología, a fin de afrontar el problema desde sus inicios.
* No avivar sentimientos de venganza. Los sentimientos de venganza son muy humanos, pero lo importante es no traducir estas pasiones en comportamientos violentos o actitudes que entorpezcan el proceso de superación del choque. Con el tiempo, la necesidad de venganza pierde su intensidad emocional, lo que ayudará a deshacer el nudo que nos ata a los verdugos o responsables que han quebrantado nuestra vida.
* Invitar a ejercer el perdón. Si la catástrofe ha estado por acción terrorista, es posible que la víctima no quiera perdonar; pero el perdón es el mejor camino. Se trata de un proceso íntimo en el que conseguimos ponernos en contacto con este terror, con este odio enquistado dentro de nosotros, y liberarnos de él. Es un perdón egoísta, porque ayuda a pasar página y a abrir un nuevo capítulo de nuestra vida. Nos ayuda a liberarnos de la identidad de víctima, tan cargada de indefensión, de impotencia, de odio.
* Invitar a escribir lo que se ha sentido con los hechos traumáticos. Escribir permite vaciar las sensaciones que angustian, además de ordenar la mente y las emociones de manera positiva y resolutiva. Si el afectado es un niño, animarlo a dibujar para que exprese lo que siente. Los niños tienen más dificultad para expresarse oralmente, por ello, dibujar es la mejor manera para ayudarle a ordenar sus pensamientos. En cualquier caso, debido a la repetición de imágenes televisivas del trágico suceso, si el niño lo presencia, es conveniente decirle que la catástrofe no está pasando otra vez, sino que sólo fue una vez y que no sucederá más.
* No administrar ansiolíticos o sedantes sin expresa receta médica; es decir, no ofrecer al afectado por la catástrofe los ansiolíticos que otra persona posea o esté tomando। La ansiedad y los desajustes psicológicos que el estrés postraumático y el consecuente luto producen, necesitan de un tratamiento específico del médico. Incluso, en muchos casos, una automedicación puede ser muy contraproducente, provocando más desequilibrios y consecuencias adversas.
©2008 Josep Marc Laporta
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