· Aprender a separarse

El ciclo de la vida es un constante unir y desunir. Creamos lazos con padres y madres, hijos, parejas, amigos, compañeros y vecinos, ya también lo hacemos con nuestra tierra, con nuestra casa y nuestro trabajo. Pero de estas relaciones salen también rupturas, distanciamientos, transformaciones y vínculos. Romper con una etapa anterior es parte del ciclo vital.

En el transcurso de la vida cada separación nos va dejando marcas, pero son las que nos han modelado, enseñado y nos han ayudado a crecer, son las que nos han convertido en aquello que somos; superarlas nos permitirá crecer y ese trayecto siempre es en sentido ascendente.

En la actualidad vivimos mucho más años que en anteriores etapas históricas. A principios del siglo XX la esperanza de vida era de 38 a 42 años. Un siglo después es de 76 a 83 años. Además, si añadimos que la vida actual es más dinámica que hace años y que a raíz de ello las personas cambiamos y evolucionamos constantemente, podemos cerciorarnos que la vida es la consecución de etapas. Antes, los proyectos eran una sola cosa, unidas a una familia e incluso a una casta; ahora, los proyectos son más individuales, ensamblándose sucesivamente a otras personas, aunque mantengan una línea coherente de unión.

En pareja, cada uno tiene su propio proyecto individual de vida, pero aunando cada proyecto individual se puede formar un proyecto común. Este proyecto común no significa que todo deba ser eterno, ya que esta sociedad tan dinámica nos incita a cambiar, a transformarnos, y a veces las relaciones se transforman. Entender esto nos permitirá respetar la decisión de la pareja si nos propone separarnos o de respetar las emociones que puedan surgir si nosotros somos los que tomamos la decisión.

Salir de una pareja sintiéndonos como víctimas es como desperdiciar nuestra dignidad y valía. Nunca se acaba una relación porque no seamos válidos, sino por que en el ciclo de la vida, que se mueve, la otra persona ha escogido libremente otro camino.

Premisas para separarse bien

1* Entender que nada es para siempre.
2* Que podemos prometer conductas, pero no está a nuestro alcance el mantenimiento o la perdurabilidad de un sentimiento.
3* Entender de manera muy diáfana que el sentimiento se siente, pero no se escoge; mientras la conducta sí que se escoge: es una decisión responsable.
4* Nadie es propiedad de nadie. El sentido de posesión se debe trabajar convenientemente para ser desprendidos y tener una clara conciencia de que el otro es libre y autónomo, no una proyección mía.
5* Reconocer que nos podemos equivocar o la otra persona se puede equivocar. Y que ella puede reorientar su vida, provocándonos dolor, pero que el respeto es el valor más supremo del género humano, incluso por encima del amor.
6* Entender que el precio de mantener una relación a disgusto o no positiva o productiva puede ser demasiado alto. Incluso puede significar el precio de perdernos a nosotros mismos.
7* El amor no se descubre o se encuentra, sino que se construye día a día. Por lo tanto, el amor que no se ha construido y que, por consiguiente, se ha destruido, no tiene futuro, a no ser que exista una seria determinación a rescatarlo. En caso contrario, aprender a separarse es aceptar la situación sin catastrofismos, como una situación normal de sucesión de etapas de la vida.
8* Cuando un integrante está desbordado emocionalmente por una situación adversa en la pareja, su cerebro racional no piensa y no puede computar la información que la otra persona le pueda dar. Es por ello que para separarse bien es necesario tomar actitudes de apoyo y atención hacia el ex-compañero, pese a que el camino sea definitivamente divergente.
9* Separarse bien es respetar la decisión del compañero/a por el bien de él, por el nuestro, e incluso por el bien de los directamente afectados।

©2008 Josep Marc Laporta